Gato posando
“Una vida equilibrada no es utópica; es una vida de sabiduría, libre de
mediocridad.” Ramin Jahanbegloo
Estimado compadre, ante
todo, mis saludos fraternos a tu persona, tu familia y en especial, a mi
ahijada, la traviesa de la casa. Te escribo para compartirte mis últimas
andanzas intelectuales. En estos días estoy sumergido en terribles y
maravillosas reflexiones, mis neuronas se han concentrado en resolver ciertos
dilemas que tienen años preocupándome. Siento que he llegado a conclusiones
valiosas. ¿Qué mejor que compartirlas con un buen amigo? Pienso que por fin
entendí como el supuesto éxito dentro de esta sociedad que nos toca vivir y
sufrir, convierte al exitoso en un ser dependiente. Por supuesto, también
comprendí otro enfoque del triunfo.
Hace un par de años otro
amigo me dijo la siguiente frase: Andamos escribiendo nuestras autobiografías.
Entonces, en teoría, el éxito y el fracaso deberían estar justificados por
aquello que queda registrado en dicha autobiografía. No es así. No, no lo es.
El supuesto éxito social no
depende de lo objetivamente registrado en la autobiografía mencionada, más
bien, está sujeto a la subjetiva mirada de los auto-erigidos otorgadores del
título de ganador, el éxito es lo que ellos puedan leer y apreciar. Y ellos
sólo pueden leer aquello que sus anteojos les permiten apreciar. Esos lentes no
están hechos de carey, sino de ideas. Y lamentablemente, el objetivo de esas
ideas es discriminar al otro. Hacerlo sentir inferior.
¿Cuáles son los criterios
que utilizan estos personajes para decidir quién es el triunfador? Ellos tienen
muchos discursos que explican lo complicado del asunto; se supone que es tan
peliagudo, que más nadie es capaz de llevar adelante dicha misión.
En realidad, la cuestión no
es tan enmarañada. Esas eminencias le dan el título de exitosa a la gente
semejante a ellos. A quienes comparten su visión del establecimiento social. A
los que sirven para reproducir el poder institucionalizado.
El poder encandila y
deslumbra, marea y desenmascara. Es atractivo ser bendecido por el poder y es
mucho más atractivo descartar a todo aquel que no goce de la aprobación del
poder institucionalizado. Los sacerdotes y adoradores del becerro dorado son legión
y son implacables con los herejes. El exitoso gozará del triunfo en tanto sea
visto por los otorgadores de títulos como afanado defensor irrestricto del
poder institucionalizado y eso incluye hacer sentir perdedor al otro. De lo
contrario será excluido, marginado, olvidado; el infierno social en vida.
Las religiones, la familia,
la educación y los medios de comunicación nos imponen, con los métodos que sean
necesarios, usar los anteojos que nos impiden ver otro tipo de éxito. Así las
cosas, en nombre del aplauso, se ve de lo más normal asociar el renombre a
entregar la vida a los que realmente se benefician del poder institucional.
Pero compadre, te dije que
también había comprendido otro enfoque del éxito. Voy a dar un extraño rodeo.
Biológicamente hablando, las cucarachas no son menos evolucionadas que los
humanos, ellas tienen muchos más millones de años habitando el planeta y, al
parecer, aquí seguirán después que hayamos desaparecido incinerados por una
conflagración nuclear. Su evolución fue y es exitosa, pudieron y pueden
sobrevivir a los cambios ambientales provocados por un cataclismo natural o por
la depredación humana. La cucaracha no necesita que alguien le otorgue el
título de triunfadora, ella simplemente lo es.
La gracia de la evolución es
que los organismos persistan e interactúen en el medio ambiente. ¿Será lo mismo en la sociedad humana? ¿Será que el
éxito de los hombres y de las mujeres consiste en desarrollar su capacidad de
adaptarse a los cambios? Y sobre todo, ¿de sobrevivir a las veces que se falla
en esa adaptación, para así volver a intentarlo?
Las cucarachas junto al
resto de los organismos que cohabitan un ecosistema logran hacerlo gracias a
que establecen un equilibrio dinámico entre los factores bióticos y los
abióticos, entre los seres vivos y los elementos inanimados del ambiente (luz,
agua, suelo, aire). En un equilibrio dinámico hay crestas y valles, subidas y
bajadas, ganancias y pérdidas; dicha secuencia es la supervivencia. Un día
soleado seguido de otro de lluvias. En dicho equilibrio no hay un espécimen o
elemento inanimado más importante que otro, la ausencia de cualquier componente
afecta la totalidad del hábitat.
Eso mismo debería ocurrir en
una sociedad verdaderamente democrática, pero como las civilizaciones no se
fundaron para el bienestar general, sino para el enriquecimiento de las
minorías, en las sociedades humanas si hay individuos y sectores de la
población desechables. En las sociedades humanas todo está dirigido a
beneficiar a las elites, hasta el concepto de éxito.
El enfoque que te menciono
es bastante simple, pero no por ello fácil de asumir. Desde esta perspectiva el
individuo se adapta a los cambios sociales, a veces para ganar bienestar, a
veces para sobrevivir y esperar la siguiente oportunidad, pero nunca para
únicamente seguir respirando un aire miserable y esperar el siguiente capricho
del poder institucionalizado. Aunque sería tema de otro artículo, aquí cabe la
reflexión sobre que es lo utópico: resistir a las elites desde la transformación
individual o hacer la revolución social que les arrebate su imperio.
Una sociedad humana
dinámicamente equilibrada es saludable. Salud no es sólo ausencia de
enfermedad. Un individuo sano no sólo no está enfermo, también está satisfecho.
Y lo está por su capacidad de fluir en los vaivenes que conllevan la diaria
convivencia. Sabe muy bien que después de toda alegría, tarde o temprano vendrá
una tristeza. Lo contrario también vale.
Sabe que su salud individual es
directamente proporcional a la salud de su comunidad; así que procura ser parte
de la solución y no del problema social. Un individuo sano es un individuo
exitoso porque logra persistir en la sociedad e interactúa con ella.
Quien goza de salud no acepta
aplausos a cambio de declararse siervo de las minorías. Sus éxitos o fracasos
son los registrados en su autobiografía y no lo determinado por los lacayos del
poder institucionalizado. Hasta aquí mis reflexiones, se cuida compadre.