“No
sabemos cuál de las sociedades humanas se adaptará mejor al futuro
inmediato. Puede ser la Yanomami, puede ser un grupo que tenga muy pocas
personas. Por lo tanto, tenemos que preservar a todos los grupos, porque
en uno de ellos está el futuro de la humanidad.”
Rita
Segato
En la selección natural, motor esencial de la evolución biológica,
quien sobrevive no necesariamente es el más fuerte, sobrevive quien sea capaz
de adaptarse al ambiente. Para ello cuenta con su información genética, quien
lo provee de las herramientas indispensables para llegar hasta la edad
reproductiva y así pasar sus genes a la siguiente generación. El efecto de las
mutaciones, los cambios ocurridos en el genoma, demora muchos, pero muchos años
en notarse.
Algo parecido acontece con la cultura, ella no es inmutable. A
pesar de los culturalistas que la
vislumbran como éter divino y permanente, la cultura cambia y cambia más rápido
que las especies orgánicas. Aunque, valga la aclaración, hay un sustrato
sostenido a fuego y oro por las minorías con poder y riqueza, sustrato cultural
que a su vez las sustenta a ellas. Confundir cultura con los intereses de las minorías entorpecen la
natural transformación que deben sufrir las costumbres humanas. A la larga, cualquier discurso
guardián de la inalterabilidad de la cultura, es una defensa de ese sustrato mal
agraciado que sostiene los intereses de unos cuantos.
Otra
coincidencia, así como una selva sobrevive gracias a la biodiversidad, a la
variedad de especies que la habitan, así mismo la humanidad ha sobrevivido
gracias a su multiplicidad cultural. ¿Qué seríamos sin los chinos inventores
del papel y sin los árabes y sus matemáticas? Y ese es el gran peligro que veo
en la actual globalización neo liberal: la endogamia o repetición cultural. Ya
estamos viendo sus frutos, la creciente estupidez al mejor estilo de Homero
Simpson.
1 comentario:
David, por favor, busca una película que se llama Idiocracy. Si no la consigues me avisas para facilitártela, pero, habla mucho de la homerización humana. Todo está en el querer ser, pero…con lo difícil que nos han puesto la vida, el deber ser implanta un estilo de vida monolítico, castrado, al cual no se vive sino sobrevive, y eso mediante “artefactos” que nos rentan la felicidad mientras sea rápido, amigable y fácil.
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