“La cultura, aunque se exprese local o nacionalmente,
siempre integrará la universalidad.”
Henrie Petrie
La humanidad nació con necesidad de globalización, con intenciones
de poblar la totalidad del planeta; hace más de 100 mil años, desde las sabanas
centrales de África, un primer grupo de Homo sapiens comenzó a recorrer
y a colonizar el orbe. Cuando los descendientes de los esos primeros africanos
llegaron al congelado territorio que hoy conocemos como Europa, encontraron a
otro grupo humano, el Homo neanderthalensis.
De como fue dicho encuentro no hay mayor evidencia, pero el
resultado final fue: el hombre de Cromañón pobló el planeta (incluyendo la
lejana Abya Yala) y los neandertales se extinguieron. ¿Qué ocurrió? ¿Nuestros
ancestros los dejaron sin recursos? ¿Les declararon la guerra? ¿Les
transmitieron nuevas enfermedades? ¿La nueva tecnología cromañónica supero
fatalmente a la primitiva tecnología neandertalística? ¿Los genes de los
neandertales quedaron diluidos en medio del creciente océano de ADN del Homo
sapiens?
No tenemos respuestas concluyentes a estas interrogantes, pero las
podemos intuir al estudiar los resultados de posteriores encuentros entre diversos
grupos de Homo sapiens.
Alejandro Magno, cuando se encontró con el Imperio Persa, hace poco
más de 2 300 años, con su espada cortó los tejidos que mantenían unido a dicho
estado provocando su extinción. Así, la cultura helénica se difundió hasta los
confines del valle del río Indo. A pesar de que lo griego era lo dominante,
gracias a la política alejandrina de fusión, hubo mestizaje, tanto biológico
como cultural. Hasta la llegada de los talibanes, en Afganistán existían unas
estatuas de Buda vestidas con túnicas griegas. También los conquistados
hicieron resistencia cultural, hoy en día los habitantes de Bagdad y Teherán se
autodenominan persas, no griegos.
A los galos no les fue bien cuando Julio César los encontró. Lo que
el dictador romano hizo en su momento, hoy en día sería calificado de
genocidio. En estos tiempos los habitantes de la Galia Transalpina hablan
francés, una lengua que nació siendo un dialecto del latín. La lengua original
de los galos está extinta, el latín no
se habla fuera de los círculos académicos.
En cada encuentro o choque de civilizaciones ocurre la imposición, la
resistencia y el mestizaje. ¿Las nuevas culturas nacen envueltas en pañales de
dolor? Pues, mientras se piense que la expansión de una cultura sucede en el
vacío y se niegue la existencia válida de otras manifestaciones culturales, la
globalización será sinónimo de conflicto.
Más ejemplos. Sesenta años antes de los viajes de Cristóbal Colón,
un militar y navegante chino, Zheng He,
desde Nankín y con una flota mucho mayor que cualquier armada europea de la
época, exploró los mares desde la actual Indonesia (en el océano Pacífico),
hasta el canal de Mozambique (en el océano Índico), pasando por el golfo
Pérsico y la península Arábica. Pero no conquistó ningún territorio. Para los
chinos el resto del mundo les pareció muy primitivo. Además, en su economía no
existían los conceptos de colonialismo y mercancía tal y como lo manejarían los
europeos medio siglo más tarde.
Los acontecimientos iniciados el
12 de octubre de 1492 son hartos conocidos. Pero hay que señalar y subrayar
algo importante, importantísimo. Así como no hubiese sido posible la hegemonía
del hombre de cromañón sin la extinción del neandertal, así como occidente no
se hubiese finalmente impuesto sobre oriente sin las conquistas de Alejandro
Magno, así como la actual unidad europea no se hubiese dado sin Roma, Julio
César y el genocidio galo; así mismo, no se hubiese dado el desarrollo del
actual capitalismo sin la conquista y
colonización de Abya Yala por parte los europeos. ¿Se puede hablar de
reivindicaciones para los pueblos abyayalenses sin una crítica al capitalismo?
No lo creo.
La actual globalización neo
liberal tiene tanto que ver con la mundialización de las culturas, como la
conquista del nuevo mundo tuvo que ver con la evangelización. Hoy la mundialización
cultural sirve de excusa para el proyecto económico neo liberal, así como la
evangelización cristiana lo fue de la conquista europea del territorio
abyayalense. Las razones económicas siempre fueron las verdaderas razones.
Pero la cultura, ese quehacer realizado por todos los humanos para
relacionarse con el ambiente y con otros seres humanos, y a pesar que la
historia parece sólo registrar encuentros de guerra y muerte, la cultura
siempre ha velado por la creatividad y el ingenio humano. Y hoy, 520 años
después, se hace impostergable el desarrollo de nuevas formas de relacionarnos
entre nosotros. Formas que tengan poco o nada que ver con las pesadillas provocadas
por las guerras de conquistas de Alejandro y Julio César; formas inspiradas,
por ejemplo, en la carta del jefe
Seattle, de la tribu Suwamish, carta que dice entre otras cosas: “¿Cómo
se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para
nosotros una idea extraña.”
Extrañémonos de las guerras por el petróleo, de la opulencia de unos
pocos rubios sin melanina en la piel y de la miseria de varios miles de
millones de niños y niñas de pieles que estallan en bellos colores, del
abandono y la soledad que sufre tanto anciano y anciana que dedicaron sus vidas
a criar hijos e hijas que no los atienden, de la destrucción de las selvas y
mares, de las mejillas moradas a golpes de tantas mujeres, de la escasez de
medicamentos y de la abundancia de la cocaína; extrañémonos de los planes y
transformaciones curriculares cuyo objetivo real y último es uniformarnos
culturalmente, de como cada día los pálidos que se han adueñado del planeta, en
nombre de la civilización, de su civilización, nos saquean los bolsillos y de como
nos secuestran la fe, el amor y la esperanza. Extrañémonos de que 520 años más
tarde aún exista quien dude del genocidio sufrido por los pueblos de Abya Yala
y África. Pero sobre todo, extrañémonos de como satanizan a los jóvenes, de
como satanizan a los jóvenes pobres, de como satanizan a los jóvenes pobres que
hoy, con valentía, se atreven a preguntar públicamente: ¿Cómo se puede comprar
o vender la dignidad o el coraje que habita nuestro corazón? Esa es para
nosotros una idea extraña. ¡Muy extraña!