Luz (Dece Ereo-Panamá)
Marco A. Gandásegui
Todo ser vivo: nace, crece, se reproduce y muere. Pero para mí no es suficiente imitar a las amebas. Para mí es necesario algo más: conocer. ¿Conocer qué? Lo que se pueda conocer. Mi historia, mi entorno inmediato, mi fisiología. ¡Mi ser! ¡Tu ser!
Tengo la fortuna de haber incursionado en las tres formas de buscar el conocimiento que pienso son las esenciales: la religión, la ciencia y el arte. Claro está, mis experiencias son bastantes superficiales y de ninguna manera puedo declararme experto en alguna de estos tipos de búsqueda. Pero, desde mis limitaciones, he observado que tienen puntos en común.
Las tres tipos de búsqueda pretenden confirmarse a través de evidencia. Para el religioso el milagro es la contundente demostración de su creencia. Para el científico, el experimento controlado es la prueba de la veracidad de su hipótesis y para el artista, la adhesión al canon oficial o la construcción del suyo propio es la justificación de su obra de arte.
¿Quién tendrá la razón? ¿Cuál metodología es la correcta? ¿Quién me dará la verdad? ¿El espiritualismo? ¿El realismo? ¿El subjetivismo? ¿Todos juntos? ¿Ninguno?
Mucho del conocimiento expuesto por tanto conocedor suelto en el planeta, me parece que es simple opinión. Opinar siempre tiene algo de intangible y, por tanto, de incierto. Eso de las verdades escritas en piedra, es una frase carcomida. La realidad y la tecnología cada cierto tiempo desmienten alguna supuesta verdad incuestionable. Conclusión: el conocimiento se transforma con el tiempo, las opiniones pretenden quedarse para siempre.