“Menos es más.”
Ludwing Mies van der Rohe
La ética es aquella parte de la filosofía a cargo del estudio del actuar humano. El minimalismo se refiere, en su definición más general, a reducir cualquier cosa a lo esencial, despojarla de los sobrantes.
¿Cómo se pueden conjugar los dos significados? Quizás escribirlo sea fácil, ya vivirlo sería otra cosa. Por lo pronto, conformémonos con escribirlo. Pienso que la ética de lo mínimo consistiría en vivir con lo básico. Desechar los excedentes. Emocionar y emocionarse con lo esencial. Pero, ¿qué es lo básico y esencial? ¿Qué lo excedente?
Sería mucha arrogancia de mi parte dar una respuesta definitiva a esas dos interrogantes. A los sumo plantearía que contestarlas sería una labor de búsqueda permanente. Todos los días habría que auto-examinarse y preguntarse: ¿Qué me sobra?
La publicidad y el mercadeo nos plantean la pregunta contraria: ¿Qué necesitas? Y a partir de allí se generan las ventas. La psicosis. El individuo termina viéndose desde lo que falta y no desde lo que tiene. Esa búsqueda permanente de lo que sobra, es una crítica al consumismo y una defensa del ambiente. Antes de comprar habría que preguntarse: ¿Este producto no va a terminar sobrando en mi vida? ¿No se convertirá en basura que va a ensuciar más al planeta?
Igual con las relaciones humanas. ¿Qué es lo esencial en mi amistad con fulanita de tal? ¿Qué es una carga en dicho lazo? Una vida minimalista sería una vida con poca carga a cuesta. De constante liberación de los recuerdos y de las expectativas. Esto no es nada nuevo. Quizás sólo haya que añadir que una vida minimalista sería una vida de belleza esencial.
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