La esperanza también es amarilla (Dece Ereo-Panamá)
“La poesía es una política por y para la vida, una defensa permanente de nuestro derecho a existir con dignidad, un testimonio de lo más profundo del ser humano.”
Víctor M. Toledo
Un bosque talado es beneficio económico para alguien: una compañía maderera, una urbanizadora o una comunidad campesina. Pero un bosque talado también es pérdida; por lo general, los perdedores son quienes no pueden huir de las consecuencias de la tala.
La poesía es una rama del conocimiento humano y éste puede servir o para alentar la convivencia con los bosques o para acelerar su desaparición. Antes de hablar del poema como conocimiento, voy a mencionar una relación muy obvia que existe entre la poesía y los bosques.
Me refiero a la publicación. Si es una impresión en papel, implica obligatoriamente tala de árboles. Si es en Internet, no corren mejor suerte los bosques: la generación de electricidad no es inocente, las hidroeléctricas sepultan bosques bajo sus aguas y pienso que no es necesario explicar los daños de la explotación petrolera. Las termoeléctricas, además, contaminan el aire, aumentan al acides de las lluvias y éstas provocan la caída de las hojas de los árboles. Entonces, coincido con el escritor mexicano Gabriel Martín: si la publicación, de una u otra forma, conlleva muerte de árboles, que lo publicado valga la pena. ¡Qué no sea una mediocridad!
Ahora, lo más importante, la poesía como conocimiento humano sirve para acomodarnos dentro de un sistema depredador del ambiente o para desinstalarnos del mismo. ¡Y todo ello sin hablar de pajaritos o helechos! Como nos deja bien claro, a lo largo de toda su obra teatral, el alemán Bertolt Brecht: ¡No es posible vivir así! ¡No se puede ser cómplice de la muerte! En el mejor de los casos, la poesía es un virus que nos enferman de vida. Quizás los poetas tendrían que preocuparse más por ser hombres y mujeres que escriben para hombres y mujeres.