Los hermanitos alegres (Dece Ereo-Panamá)
Alberto Destéphen
No acepto que un individuo tenga que someterse a vivir sin interlocutor, que le permitan hablar sin ser escuchado, sin el reconocimiento que merecen las ideas que expresa en su discurso. No acepto que un individuo tenga que vivir sin dialogar con otros individuos que lo consideran su igual y no una amenaza a sus privilegios.
No acepto que, en nombre de causas mayores, el individuo tenga que morderse la lengua, todo porque no le conviene al grupo que los trapos sucios se laven en público. Entonces, ¿por qué carrizos dejaron que se contaminaran? No acepto que, en nombre de la disciplina del colectivo, un individuo tenga que ser mudo testigo de las negligencias de los dirigentes.
No acepto que los colectivos sirvan de excusa a los mediocres. A la hora de la faena, de diez, tres trabajan, cuatro colaboran a medias y tres vaguean abiertamente; pero a la hora de cosechar, todos llenan sus motetes.
No acepto que los gremios cubran las faltas de sus miembros y se justifiquen con una mal entendida ética profesional. Al pan, pan; al vino, vino; y al estiércol, estiércol.
No acepto que un individuo sea menos importante que el colectivo. Porque eso es una falacia. Y no estoy hablando de filosofía. Estoy hablando de historia. Y en nuestra historia un crápula hijo de millonario, vale más que todos los colectivos juntos.
No acepto, y nunca lo voy a aceptar, que esta sociedad fracasada e infeliz, tenga el descaro inmoral de determinar quien es exitoso y quien no lo es, quien es feliz y quien infeliz. Un comercial televisivo no me va a decir a mí quien soy yo y cuanto valgo.
2 comentarios:
Estimado amigo: Me llega tu labor poética. Aceptar todo lo que señalas es estar muerto en vida. Chente.
Ta güeno!
Saludos
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