sábado, 14 de noviembre de 2009

LA OTRA ANAYANSI Y EL OTRO QUIJOTE


"Las nociones de importancia, de necesidad y de interés son mil veces más determinantes que la noción de verdad. No porque la reemplacen, para nada, sino porque miden la verdad de lo que digo".
Gilles Deleuze
Podemos afirmar que la finalidad de la literatura es comprender mejor la vida que nos toca vivir. Es ampliar nuestros horizontes, sin gastar en aviones y maletas. Además de ahorro, el acto de leer nos obliga a tomar partido. No podemos ser neutrales: o estamos a favor o en contra del protagonista.
Por ejemplo, podemos leer la leyenda de Anayansi, la indígena que fue amante de Vasco Núñez de Balboa, y pensar no muy bien de ella. Bastaría imaginársela contemplando a sus paisanos, quien sabe con que semblante, mientras servían de comida al fiero Leoncico, el perro del Adelantado del Mar del Sur. Pero bien podemos, también, evocarla como la mujer que por amor abandona a los suyos, no para su detrimento sino para parir una descendencia de amor.
Todos conocemos la famosa escena de Don Quijote lanzándose contra los molinos de viento, creyendo que eran dragones y gigantes. Una total locura. ¿Y sí era una protesta contra aquellos que se habían adueñado del grano? ¿Aquellos que especulaban con el hambre de los más pobres?
La literatura nos permite reflexionar sobre temas que por cotidianos no los percibimos, estamos inclinados a pensar que sólo se trata de los grandes acontecimientos, pues no. Un tema es el poder. El poder no se reduce únicamente a los gobernantes y grandes empresarios, también incluye a los maestros y a los padres de familia. ¿O es que los adultos no ejercemos poder represor sobre los infantes? Hay que leer, pero en intensidad no en extensión. Leer en intensidad es leer para alimentarse, leer en extensión es leer para atragantarse. Me parece que ya hay bastantes burundangas en nuestro medio como para también atascarse con la lectura.

1 comentario:

jairo dijo...

Cada individuo es una expresión. Aunque no tenga "talento artístico" en su manifestación, seguirá siempre siendo una expresión. Despierto aquel que puede con sus cinco sentidos (y más) descifrar del sustrato la intensidad de la expresión y convertirlo en aprendizaje.

A veces no debemos quedarnos en ver las canalizaciones que el talento artístico puede lograr, sino ir al encuentro primario de la expresión, en donde está lo espeso del chicheme.