lunes, 18 de agosto de 2008

ELLOS


“¿Qué ven los jóvenes en los adultos? Corrupción, impunidad, una sociedad desordenada, reyertas y disputas, ¿y tú le quieres pedir a los jóvenes que sean los buenos de la película?”

Raúl Leis
¿Quiénes son ellos? Ellos son los miedos de los adultos. O algo peor. La demostración de las consecuencias de la pereza mental de los llamados a dar el ejemplo, la evidencia que es la flojera la que les impide entender y comprender a los jóvenes; sí, a la juventud, a esa que cuando infancia le encendieron la televisión para que los responsables del hogar pudieran jugar bingo. Y eso en el mejor de los casos.
Una sociedad que renegó de la razón, que convirtió el trató interpersonal en una transacción superflua, y que el milagro de la paternidad lo redujo a una mera formalidad para cumplir con el que dirán y hasta en un accidente, espera patológicamente que sus niños y niñas sean ejemplares. ¿Absurdo? Claro que sí. Y eso sin hablar de la violencia intra familiar. O de su peor manifestación.
Estoy convencido de que el más vil crimen hogareño es el abuso sexual sobre los infantes del mismo. Los terroristas sexuales osan afirmar que las niñas se les insinuaron, que no pudieron resistirse frente al desnudo de una niña de seis años, que la madre insiste en vestirla como mujer así que a él no le queda más remedio que tratarla como mujer. Iguales argumentos son los que se dicen para justificar el abuso sobre los niños. ¿Cómo esperar heroicidad en medio de tanta enfermiza maldad?
Cuando hablo este tema con jóvenes, siempre les digo que la vida que les toca vivir es más ardua que la que me tocó vivir a mí a su edad. Cuando hago lo mismo con adultos les recuerdo que, yo no sé sí ellos, tuve héroes preocupados por darme muchos buenos ejemplos. Desde el jefe de la tropa 19 de exploradores, hasta mi instructora de karate; y por supuesto, muchos docentes. Cuando hablo el tema con los adultos les pregunto: ¿Dónde están los héroes?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno maestro, excelente relato, como siempre, manteniendo los estándares. Excelente selección de la gráfica, e igual, como siempre. Cierras preguntando: ¿Dónde están los héroes? Yo comienzo afirmándote: En una serie de televisión que se llama HÉROES. La vida nos la dieron nuestros padres, pero, no por eso deja de ser nuestra. Es mi humilde opinión que uno debe agradecer eso, y, llegada la edad adulta desechar lo malo y tomar lo bueno de la crianza recibida. No justifico a los malditos adultos que maltratan a los niños, sólo le pido a los adultos que dejen de ser niños maltratados... Muchos de esos agresores infelices, son producto de otros que los criaron así, y sus hijitos crecerán agrediendo. A no ser que se saquen el dolor de encima, y dejen de continuarlo. Claro, que si me topo a algún violador pederasta…no le desearía cosas buenas. No hay un libro que nos diga cómo ser buenos padres, y a veces tampoco lo necesitamos para ser malos humanos, pero en fin…La realidad sigue “avanzando” y lo demás que nos queda es sobrevivirla.

POTYLDA dijo...

Opino que la totalidad de los miedos de los adultos que Ud. menciona en su artículo, surge de la ausencia absoluta de una temprana toma de conciencia de la responsabilidad que nos cabe y toca ejercer a todos y, por ende, de la ausencia de la praxis de aquellas normas de comportamiento que algunos han dado en denominar moral de vida y moral pensada.

Si la inmensa mayoría de los seres humanos lográsemos alcanzar el justo y mínimo equilibrio entre ambas, obtendríamos las luces necesarias para vislumbrar qué debemos hacer si queremos vivir y permitir a los otros vivir, a su vez, una vida humana; es decir, una vida no con imposiciones sino con libertad, justicia y responsabilidades.

Con respecto a la violencia intrafamiliar en todas sus manifestaciones, sin olvidar la de género y la económica, de todos es conocido que la misma tiene repercusión en las personalidades y conductas de sus víctimas, como consecuencia directa del ambiente plagado de ausencia de afecto, respeto y seguridad en el cual les toca crecer y vivir a los afectados.

¿Cómo aplaudir a aquél tipo de madre y padre, que agrede a sus hijos con sus comentarios desacertados, saturados de odio, crítica acerba y malévola intención, sin dejar de lado la agresión de carácter físico y la cada vez más frecuente de índole sexual, dedicándose a llevar a cabo la inhumana cirugía de cas- trar emocional y espiritualmente al hijo, convirtiéndolo en un eunuco emocional, valga la redundancia, que es consciente de que nunca le han amado ni valorado y, por ende, le costará un esfuerzo sobrehumano aprender a amarse y a valorarse como el ser único y especial que es?

Coincido con lo que sicólogos y especialistas en la conducta humana sostienen, en el sentido de que el pequeño abusado, a su vez, se convertirá, casi con toda seguridad, en otro adulto abusador, aunque comparto lo expuesto en la opinión que antecede a la mía, cito: “(…) No justifico a los malditos adultos que maltratan a los niños, sólo le pido a los adultos que dejen de ser niños maltratados (...).”

Le felicito nuevamente, amigo David, por presentar en sus Heurísticas temas que le imprimen a su columna su característico sello existencial y ético.