jueves, 17 de julio de 2008

EL FRACASO, ¿ES PARTE DEL PAQUETE?


“Debemos aprender a fracasar inteligentemente.”
Charles Kettering

En innumerables ocasiones he escuchado frases que se refieren al vínculo que hay entre el fracaso y el aprendizaje. Mi favorita es aquella que más o menos reza algo así: “El fracaso no es caer, es no levantarse”. Por supuesto, no es textual, mi memoria no da para tanto. Pero lo importante es que reflexionemos lo siguiente, ¿qué es necesario para levantarse después de una caída?
Comencemos definiendo el fracaso; también, el éxito. Si definimos el fracaso como un evento malogrado permanentemente, ya no hay nada que hacer. Sí definimos el fracaso como una oportunidad para abordar nuevas estrategias o cambiar a nuevos objetivos, todo está por hacerse. ¿Qué se puede hacer con la leche derramada? ¡Nada! ¿Seguro que nada? ¿Y si la trapeamos y lavamos el trapeador y con el agua sucia fertilizamos el jardín? Como que el éxito puede ser un proceso permanente. ¿Verdad?
Hablando de procesos. También es necesario inventarse uno para comprender a cabalidad el fracaso. Eso incluiría analizar el problema no resuelto, de una forma honesta, a fin de descubrir por qué fracasamos en su resolución. Hay que afrontar la derrota. Inventarse excusas no ayuda en nada. Las disculpas pueden impedirnos ver cuales pasos fueron exitosos y cuales fallidos.
Culpar a otros por los resultados o fingir el éxito, son actitudes prácticamente suicidas. Lo más probable es que nos conduzcan nuevamente a repetir el infortunio. Se necesita el mismo esfuerzo emotivo para auto engañarse que para dejar volar la imaginación y sacarle al gato un pelo, y de repente, ¿por qué no? Convertir ese pelo en un nuevo gato. Allí el vinculo aprendizaje y fracaso. Imagine que sus padres no le hubiesen permitido volver a caminar después de su primera caída. Suena a locura, ¿verdad? Pues bien, de eso se trata. De lo mismo que comenzamos a hacer cuando apenas pasábamos del mero gatear al caminar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Somos un éxito y no lo podemos evitar.

Gracias a eso sabemos que la muerte solo es parte del movimiento de las cosas.

Hoy se vencía el plazo para la rendición.

Para la redención.

Solo que esta noche, amor, no nos podemos hundir.

Mañana estaremos muertos, pero como esa también será una victoria, seguiremos cosechando, ineluctablemente, uno tras otro, como una maldición, los frutos de este inconmensurable y rotundo éxito.

¡Salud!

Otoniel Martínez (Guatemala)

Anónimo dijo...

Hay que aprender de él, aprender a convivir con él y seguir adelante.
Ni la familia ni la escuela, ni mucho menos los medios de comunicación, nos han educado para asumir las derrotas y digerir los fracasos, sin traumas que amputen nuestra capacidad de reacción o afecten gravemente nuestro bienestar personal. Quizá esta incapacidad se deba a que entre los derechos humanos no se halla el de cometer errores y responsabilizarse de ellos.

El errar o fracasar, como quiera denominársele, es un paso ineludible y valioso para poder avanzar en los más diversos aspectos de nuestra vida personal… En realidad, en casi todos: estudios, fuente de trabajo, posición social y económica, desempleo, relaciones interpersonales, amistad, habilidades sociales, etc.

Tal vez la clave reside en la distancia que hay entre el yo
y el ideal del yo. Cuando se cuenta con cierta madurez personal, se constata, finalmente y con cierta amargura, que no somos los más inteligentes, ni los más guapos, ni los más importantes, ni los mejor aceptados socialmente.

Sólo con la serenidad que dan los años, y con la sensatez de quien asume que el fracaso es un elemento más en la vida, se puede llegar a la convicción de que somos seres humanos del montón, únicos e irrepetibles, que merecemos todos los respetos y toda la felicidad del mundo.

Reivindiquemos el derecho a fallar y a equivocarnos, como un derecho básico. El fracaso es un elemento más de la vida. Integrémoslo, entonces, como algo natural e inherente al ser humano.

Anónimo dijo...

El fracaso, a diferencia del éxito es hijo puro del intelecto. Por poner un ejemplo, los animales inferiores viven conforme a la ley de sus sentidos e instintos; están tan pegados a la naturaleza que, rara vez se equivocan. Mueren a causa de limitaciones relacionadas a sus condiciones físicas. El hombre se equivoca porque piensa, no porque actúe instintivamente. Claro, los instintos también pueden fallar, de hecho el perfeccionamiento del razonamiento busca reemplazar la funcionalidad instintiva. Y, definitivamente, equivocarse es una opción, que abre un mundo de posibilidades no predispuestas a la realidad en la que se produjo. Es decir, la naturaleza de las cosas, en ese momento, no estaba preparada para la opción que tomó el ejecutante. Lo cual implica, hablando en buen panameño, que metimos un GOL. Porque hicimos algo para lo cual, nada ni nadie (ni siquiera nosotros mismos) estaba preparado. Entonces, equivocarse no es el fin del mundo, sino la puerta a otro universo; de allí la sensación de “desorientación”, dolor o pérdida que se tiene al momento, porque, básicamente, al equivocarnos entramos a un mundo diferente, no previsto y que difícilmente reconocemos. Concluyo pues, diciendo que hay que cuidarse con esto del “fracaso” porque eventualmente puede ser el éxito sobre el éxito y no lo reconocemos por prejuicios y señalamientos tradicionalistas e innecesarios. Luego, esto no es la apología a la mediocridad, ni nada por el estilo, esto es, sencillamente, un enfoque más real de lo que las circunstancias nos impidan ver...