“La selva metafórica de que hablo es siempre una claudicación de la inteligencia”.
José Antonio Marina
Mucho hablamos sobre la inteligencia. Y partimos del supuesto de que nosotros somos inteligentes. Siempre son los otros los faltos de ella. Pero en realidad, ¿qué tanto conocemos del comportamiento inteligente?
¿Quiénes son los inteligentes? En las escuelas, al educando que lleva la nota máxima de arriba abajo lo consideramos inteligente. ¿En verdad lo será? No necesariamente. De acuerdo a algunos autores especialistas, la persona con inteligencia ve más allá de lo inmediato, considera varios aspectos de la realidad al mismo tiempo y es capaz de ahondar en sus experiencias y descubrirle su sentido. Es decir, tiene una profunda y sana relación con su realidad. Y sólo conociéndola se le puede transformar.
Alguien con calificaciones sobresalientes (y sus equivalentes en la vida adulta) puede que sólo tenga una gran memoria, pero nada de una cualidad que de verdad resuelve problemas. Hablo de la creatividad, que es la capacidad de hacer surgir algo de la nada. Los altos créditos escolares y universitarios obtendrán su verdadera validación al momento de convertirse en actos creativos.
Aquí, en este punto, podría interpretarse que la inteligencia es algo que se tiene y punto. Pero no es así. Mozart fue un virtuoso de la composición musical, no sólo por sus potencias y capacidades, sino además, porque tenía la posibilidad de acercarse a los instrumentos musicales. ¿Pudo crear la Novena Sinfonía sin conocer los instrumentos musicales? No lo creo. Mozart pudo ser Mozart, porque no era un niño campesino ignorante de la magia de los violines y el piano. Creció en un ambiente que le permitió desarrollar la totalidad de su talento. Su realidad, la música, pudo conocerla a profundidad.
Entonces, la pobreza es un atentado contra la inteligencia. ¿Cuántos genios no son asesinados por el trabajo infantil? La selva, ya no metafórica, es no permitir el desarrollo de las capacidades. La selva es ahogar el espíritu, para que repita de una generación a otra, la maldición de la pobreza.
José Antonio Marina
Mucho hablamos sobre la inteligencia. Y partimos del supuesto de que nosotros somos inteligentes. Siempre son los otros los faltos de ella. Pero en realidad, ¿qué tanto conocemos del comportamiento inteligente?
¿Quiénes son los inteligentes? En las escuelas, al educando que lleva la nota máxima de arriba abajo lo consideramos inteligente. ¿En verdad lo será? No necesariamente. De acuerdo a algunos autores especialistas, la persona con inteligencia ve más allá de lo inmediato, considera varios aspectos de la realidad al mismo tiempo y es capaz de ahondar en sus experiencias y descubrirle su sentido. Es decir, tiene una profunda y sana relación con su realidad. Y sólo conociéndola se le puede transformar.
Alguien con calificaciones sobresalientes (y sus equivalentes en la vida adulta) puede que sólo tenga una gran memoria, pero nada de una cualidad que de verdad resuelve problemas. Hablo de la creatividad, que es la capacidad de hacer surgir algo de la nada. Los altos créditos escolares y universitarios obtendrán su verdadera validación al momento de convertirse en actos creativos.
Aquí, en este punto, podría interpretarse que la inteligencia es algo que se tiene y punto. Pero no es así. Mozart fue un virtuoso de la composición musical, no sólo por sus potencias y capacidades, sino además, porque tenía la posibilidad de acercarse a los instrumentos musicales. ¿Pudo crear la Novena Sinfonía sin conocer los instrumentos musicales? No lo creo. Mozart pudo ser Mozart, porque no era un niño campesino ignorante de la magia de los violines y el piano. Creció en un ambiente que le permitió desarrollar la totalidad de su talento. Su realidad, la música, pudo conocerla a profundidad.
Entonces, la pobreza es un atentado contra la inteligencia. ¿Cuántos genios no son asesinados por el trabajo infantil? La selva, ya no metafórica, es no permitir el desarrollo de las capacidades. La selva es ahogar el espíritu, para que repita de una generación a otra, la maldición de la pobreza.
3 comentarios:
Ciertamente Mozart pudo acercarse a los instrumentos musicales porque su padre era músico de profesión. Aclaración: el que compuso la famosa Novena Sinfonia fue Beethoven quien tuvo una infancia un poco difícil.
Hola David. Tu artículo nos hace refelxionar inteligentemente más que sobre la inteligencia, sobre los prejuicios y sobre la igualdad de oportunidades para descollar. Hago unos aportes.
Hoy se sabe que existen, al menos, 7 tipos de inteligencia. Todos los seres humanos las tenemos. Unas se desarrollan más que otras en cada individuo (por diferentes variables), pero todas pueden reforzarse y/o estimularse. Así mismo como la CREATIVIDAD (que a penas tiene unos 60 ó 70 años de estudiarse como tal). Aunque no hay todavá (que yo sepa) una definción consensuada, la misma se entiende como la capacidad de crear asociaciones nuevas para resolver problemas (de una manera original y diferente), pero no a partir de la nada. Se trata de trabajar con lo existente y darle una nueva combinación o un nuevo uso. La creatividad también se desarrolla y se estimula. Es cierto que ayuda tener las condiciones, pero a veces, como se dice comunmente, la necesidad es la madre de la creatividad.
Hoy día también, en muchos campos, se sostiene que es más importante estimular y desarrollar la creatividad por encima de la inteligencia. Esta última puede volverse una mera acumulación de conocimiento e información. La primera la aplica y la transforma en un uso y en una solución. Así, vemos que no es necesario ser muy inteligentes para ser creativos (ahora, de que ayuda, ayuda). Lo importante es darse a la tarea de abordar los problemas con otras ópticas. No necesariamente las aprendidas o impuestas.
Bueno, aquí lo dejo.
Un abrazo.
Luigi
Hola David. Tu artículo nos hace refelxionar inteligentemente más que sobre la inteligencia, sobre los prejuicios y sobre la igualdad de oportunidades para descollar. Hago unos aportes.
Hoy se sabe que existen, al menos, 7 tipos de inteligencia. Todos los seres humanos las tenemos. Unas se desarrollan más que otras en cada individuo (por diferentes variables), pero todas pueden reforzarse y/o estimularse. Así mismo como la CREATIVIDAD (que a penas tiene unos 60 ó 70 años de estudiarse como tal). Aunque no hay todavá (que yo sepa) una definción consensuada, la misma se entiende como la capacidad de crear asociaciones nuevas para resolver problemas (de una manera original y diferente), pero no a partir de la nada. Se trata de trabajar con lo existente y darle una nueva combinación o un nuevo uso. La creatividad también se desarrolla y se estimula. Es cierto que ayuda tener las condiciones, pero a veces, como se dice comunmente, la necesidad es la madre de la creatividad.
Hoy día también, en muchos campos, se sostiene que es más importante estimular y desarrollar la creatividad por encima de la inteligencia. Esta última puede volverse una mera acumulación de conocimiento e información. La primera la aplica y la transforma en un uso y en una solución. Así, vemos que no es necesario ser muy inteligentes para ser creativos (ahora, de que ayuda, ayuda). Lo importante es darse a la tarea de abordar los problemas con otras ópticas. No necesariamente las aprendidas o impuestas.
Bueno, aquí lo dejo.
Un abrazo.
Luigi
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