“Me gusta la humanidad”
Un caníbal
He tenido la suerte de leer y escuchar muchos discursos humanistas. Algunos afirman que nuestra especie es la cúspide de la evolución, otros plantean que ya se es persona humana y heredera de Erasmo de Rótterdam desde que se unen el espermatozoide y el óvulo. Hay quienes hablan del hombre como uno más entre todos los seres del universo; de un ser con capacidades; de un ser que se construye. No todos estos enfoques son expuestos por humanistas, algunos lo son por engañosos caníbales.
Estos personajes a los que me refiero son caníbales simple y llanamente porque buscan el acumular poder para sí mismos; ubicarse en tronos revestidos de redención para desde allí aplastar cráneos y voluntades. Nuestro amigo Adriano nos da algunas pistas para reconocerlos.
Los caníbales no son capaces de reivindicar “la posibilidad del diálogo personal con el otro, con los demás”. ¿Para qué, si ellos poseen la verdad única? Tampoco ven con buenos ojos el “promover el desarrollo de una subjetividad crítica y creadora”. ¿Y atentar contra su propio poder? ¡Nunca! Menos van a “enarbolar la humanización del trabajo”. Para ellos hay diferencias fundamentales: el trabajo intelectual tiene un alto valor, el trabajo manual sólo es necesario.
“Recuperar nuestros cuerpos como entes soberanos”, “destacar nuestra riqueza pluricultural, multiétnica y multilingüe”, y “oponer a la globalización homogeneizante el amor, la amistad, los sueños y la poesía desde nuestras propias posibilidades creadoras y comunales”, son ideas de antemano descartadas por los caníbales. Su quehacer diario así lo confirma. Ahora, si llegamos a identificar a una persona que practique los consejos que nos ha dado nuestro amigo Adriano, estemos atentos a él, puede que sea un verdadero humanista.
Un caníbal
He tenido la suerte de leer y escuchar muchos discursos humanistas. Algunos afirman que nuestra especie es la cúspide de la evolución, otros plantean que ya se es persona humana y heredera de Erasmo de Rótterdam desde que se unen el espermatozoide y el óvulo. Hay quienes hablan del hombre como uno más entre todos los seres del universo; de un ser con capacidades; de un ser que se construye. No todos estos enfoques son expuestos por humanistas, algunos lo son por engañosos caníbales.
Estos personajes a los que me refiero son caníbales simple y llanamente porque buscan el acumular poder para sí mismos; ubicarse en tronos revestidos de redención para desde allí aplastar cráneos y voluntades. Nuestro amigo Adriano nos da algunas pistas para reconocerlos.
Los caníbales no son capaces de reivindicar “la posibilidad del diálogo personal con el otro, con los demás”. ¿Para qué, si ellos poseen la verdad única? Tampoco ven con buenos ojos el “promover el desarrollo de una subjetividad crítica y creadora”. ¿Y atentar contra su propio poder? ¡Nunca! Menos van a “enarbolar la humanización del trabajo”. Para ellos hay diferencias fundamentales: el trabajo intelectual tiene un alto valor, el trabajo manual sólo es necesario.
“Recuperar nuestros cuerpos como entes soberanos”, “destacar nuestra riqueza pluricultural, multiétnica y multilingüe”, y “oponer a la globalización homogeneizante el amor, la amistad, los sueños y la poesía desde nuestras propias posibilidades creadoras y comunales”, son ideas de antemano descartadas por los caníbales. Su quehacer diario así lo confirma. Ahora, si llegamos a identificar a una persona que practique los consejos que nos ha dado nuestro amigo Adriano, estemos atentos a él, puede que sea un verdadero humanista.
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