¿Será verdad que en Panamá no se lee? ¿O a las ventas del libro le pasa lo mismo que a la venta de zapatos: qué somos muy pocos panameños?
En Panamá la impresión de libros se encarece por el precio del papel. Además, las entidades públicas a cargo de tal labor tienen, en su mayoría, graves problemas burocráticos. Y como si fuera poco, gracias al alto producto interno bruto (donde pareciera que todos fuéramos adinerados), el patrocinio que se logra en el resto de Centro América por parte de entidades estatales o particulares del primer mundo, aquí está descartado.
Así que es la autogestión la responsable de un alto porcentaje de los libros publicados y su venta es quien debería sostener lo editorial. Ello no es cierto, por lo general, es el autor quien subsidia con sus propios recursos la publicación de sus libros.
Luego de impreso el libro, su promoción choca con grandes barreras. La principal: la poca masa crítica de lectores en Panamá (término que le pedimos prestado a Isabel y al resto de los químicos del mundo). Es muy probable que la relación entre escritores activos publicando (la oferta) y la población total de la república (la demanda) sea la más desfavorable de la región. En Nicaragua, gracias a su población, un libro tiene cinco veces más probabilidades de encontrar lector.
Las alternativas son o reducir el número de escritores o aumentar la cantidad de lectores. Aunque la idea de arrojar a la bahía a uno que otro escritor es bastante tentadora, también es poco práctica (por lo menos yo corro bastante rápido). Así que hay que optar por lo segundo.
El grupo literario Letras de Fuego (un grupo de escritores y escritoras que básicamente editan sus obras gracias a la autogestión) ha optado por desechar las campañas de descalificación de los colegas y aplicar una estrategia permanente de incremento de la población de leyentes: el proyecto Siembra de lectores.
Primero: definamos. Un círculo de lectura es un espacio donde lector y autor interactúan y benefician mutuamente. Puestos de acuerdo, continuemos. ¿Dónde formar los círculos de lectura?
Uno de cada cinco panameños está estudiando. Los escritores íconos en Panamá, llegaron a serlo porque su obra se convirtió en lectura obligatoria en los colegios primarios y secundarios de la república. Ahora es más fácil ser leído en los ámbitos educativos. Ya no hay lecturas obligatorias, sino sugeridas por el Ministerio de Educación. Ahora cualquier escritor tiene acceso a los centros educativos.
La Asamblea Nacional de Diputados durante los dos últimos años, en conjunto con el Ministerio de Educación, ha realizado un concurso escolar de círculos de lectura. Allí prima la lectura de autores panameños. Mi experiencia con este concurso fue que mi libro recomendado “Soles de papel y tinta” (una antología de cuentos panameños publicados por la editorial Alfaguara) casi se agotó. Desde el próximo año, por ley de la república, es obligatorio formar círculos de lectura en los centros escolares oficiales.
Los escritores de Letras de Fuego tienen la esperanza de que en dichos círculos de lectura participen adolescentes que serán adultos lectores y por ende compradores de libros. Entonces, ¿Dónde formar círculos de lectura? Obviamente en los colegios.
Pero Letras de Fuego no se conforma con reducirse al recinto didáctico. También está preocupado por los lectores de las comunidades. Y junto a la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero y la Universidad Interamericana de Panamá, se lanzaron a conquistar los barrios y pueblos. Y lo han logrado bastante bien.
Los círculos de lectura formados son: Biblioteca Eusebio A. Morales (Ciudad de Panamá). Biblioteca Pública Omar Torrijos en San Miguelito. Biblioteca Pública Virgilio Angulo de Guararé. Biblioteca Pública Mateo Iturralde en Colón. Biblioteca Pública Carlos L. López de Las Tablas. La Granja de Menores Arturo Miró de Potrerillo, Chiriquí. Biblioteca Pública Fernando Guardia de Penonomé. Biblioteca Pública Cristóbal Rodríguez de Chitré. Red de Promotoras de Lectura de David, Chiriquí. Biblioteca Pública Julio J. Fábrega de Santiago de Veraguas. Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Chiriquí. Biblioteca Pública de Soná en Veraguas. Biblioteca Pública de El Real en la provincia de Darién. En proyecto los círculos de lecturas de Kuna Yala y Bocas del Toro. Estamos hablando de 13 localidades donde hace un año no se conocían a los escritores, en este caso, de Letras de Fuego.
En su primera etapa, los círculos de lectura son subsidiados por los escritores de Letras de Fuego, pero luego han de ser asesorados para que cada centro sea auto-sostenible y pueda generar los recursos que les permitan la futura compra de los libros. Además, los miembros de los círculos serán capacitados como promotores y formen otros círculos de lectura. Ambicioso, ¿verdad? Pero, ¿qué sería de nosotros sin utopías?
Un último comentario: la literatura será una institución nacional panameña en la medida que la conceptualicemos como una esfera donde se integra la sociedad y no una aventura unilateral de los escritores por un lado y los lectores por otro.
En Panamá la impresión de libros se encarece por el precio del papel. Además, las entidades públicas a cargo de tal labor tienen, en su mayoría, graves problemas burocráticos. Y como si fuera poco, gracias al alto producto interno bruto (donde pareciera que todos fuéramos adinerados), el patrocinio que se logra en el resto de Centro América por parte de entidades estatales o particulares del primer mundo, aquí está descartado.
Así que es la autogestión la responsable de un alto porcentaje de los libros publicados y su venta es quien debería sostener lo editorial. Ello no es cierto, por lo general, es el autor quien subsidia con sus propios recursos la publicación de sus libros.
Luego de impreso el libro, su promoción choca con grandes barreras. La principal: la poca masa crítica de lectores en Panamá (término que le pedimos prestado a Isabel y al resto de los químicos del mundo). Es muy probable que la relación entre escritores activos publicando (la oferta) y la población total de la república (la demanda) sea la más desfavorable de la región. En Nicaragua, gracias a su población, un libro tiene cinco veces más probabilidades de encontrar lector.
Las alternativas son o reducir el número de escritores o aumentar la cantidad de lectores. Aunque la idea de arrojar a la bahía a uno que otro escritor es bastante tentadora, también es poco práctica (por lo menos yo corro bastante rápido). Así que hay que optar por lo segundo.
El grupo literario Letras de Fuego (un grupo de escritores y escritoras que básicamente editan sus obras gracias a la autogestión) ha optado por desechar las campañas de descalificación de los colegas y aplicar una estrategia permanente de incremento de la población de leyentes: el proyecto Siembra de lectores.
Primero: definamos. Un círculo de lectura es un espacio donde lector y autor interactúan y benefician mutuamente. Puestos de acuerdo, continuemos. ¿Dónde formar los círculos de lectura?
Uno de cada cinco panameños está estudiando. Los escritores íconos en Panamá, llegaron a serlo porque su obra se convirtió en lectura obligatoria en los colegios primarios y secundarios de la república. Ahora es más fácil ser leído en los ámbitos educativos. Ya no hay lecturas obligatorias, sino sugeridas por el Ministerio de Educación. Ahora cualquier escritor tiene acceso a los centros educativos.
La Asamblea Nacional de Diputados durante los dos últimos años, en conjunto con el Ministerio de Educación, ha realizado un concurso escolar de círculos de lectura. Allí prima la lectura de autores panameños. Mi experiencia con este concurso fue que mi libro recomendado “Soles de papel y tinta” (una antología de cuentos panameños publicados por la editorial Alfaguara) casi se agotó. Desde el próximo año, por ley de la república, es obligatorio formar círculos de lectura en los centros escolares oficiales.
Los escritores de Letras de Fuego tienen la esperanza de que en dichos círculos de lectura participen adolescentes que serán adultos lectores y por ende compradores de libros. Entonces, ¿Dónde formar círculos de lectura? Obviamente en los colegios.
Pero Letras de Fuego no se conforma con reducirse al recinto didáctico. También está preocupado por los lectores de las comunidades. Y junto a la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero y la Universidad Interamericana de Panamá, se lanzaron a conquistar los barrios y pueblos. Y lo han logrado bastante bien.
Los círculos de lectura formados son: Biblioteca Eusebio A. Morales (Ciudad de Panamá). Biblioteca Pública Omar Torrijos en San Miguelito. Biblioteca Pública Virgilio Angulo de Guararé. Biblioteca Pública Mateo Iturralde en Colón. Biblioteca Pública Carlos L. López de Las Tablas. La Granja de Menores Arturo Miró de Potrerillo, Chiriquí. Biblioteca Pública Fernando Guardia de Penonomé. Biblioteca Pública Cristóbal Rodríguez de Chitré. Red de Promotoras de Lectura de David, Chiriquí. Biblioteca Pública Julio J. Fábrega de Santiago de Veraguas. Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Chiriquí. Biblioteca Pública de Soná en Veraguas. Biblioteca Pública de El Real en la provincia de Darién. En proyecto los círculos de lecturas de Kuna Yala y Bocas del Toro. Estamos hablando de 13 localidades donde hace un año no se conocían a los escritores, en este caso, de Letras de Fuego.
En su primera etapa, los círculos de lectura son subsidiados por los escritores de Letras de Fuego, pero luego han de ser asesorados para que cada centro sea auto-sostenible y pueda generar los recursos que les permitan la futura compra de los libros. Además, los miembros de los círculos serán capacitados como promotores y formen otros círculos de lectura. Ambicioso, ¿verdad? Pero, ¿qué sería de nosotros sin utopías?
Un último comentario: la literatura será una institución nacional panameña en la medida que la conceptualicemos como una esfera donde se integra la sociedad y no una aventura unilateral de los escritores por un lado y los lectores por otro.