"Cada cual tiene que tratar, en lo posible, de rescatar todo aquello que sea válido, para sí y para los demás".
Jorge Ángel Livraga
Jorge Ángel Livraga
Definir a un héroe no es tarea fácil, principalmente porque asociamos sus hazañas a lo extraordinario y hemos de admitir, que nuestras vidas tienen muy poco de ello, entendiendo extraordinario como algo estratosférico, fuera del alcancé común de los mortales. Alguna luz me dio el profesor Valentín Medina cuando nos decía en el aula de clases: “La vela perece regalándonos su luz”.
Creo que esa frase resume a mi amigo Ignacio Ortega Santizo, mejor conocido como Cáncer. Igni se nos fue, pero se nos fue regalando luz. Por lo menos así fue para quienes tuvimos el honor de acompañarlo, tan siquiera un poquito, en sus últimos años de vida. En las esporádicas visitas a su hogar, fui testigo de una vida creadora. La música, la literatura, el amor de padre y esposo, la plástica y la amistad fueron las obras a las cuales dedicó su muy dificultoso y valeroso aliento.
Con cada visita a casa de Cáncer, fui entendiendo que la heroicidad es una inclinación a todo lo bueno, bello y justo. Y que lo bueno, bello y justo no se encuentra encerrado en castillo amurallado, sino que siempre está muy cerca, y que por lo tanto no es necesario lanzarse al asalto, sino más bien asaltarse uno mismo. Aprender a vivir libre de lo alocado y ser capaz de gritarle a la muerte: “Voy a vivir hasta el último instante”.
Cáncer, un héroe, no por estar libre de errores, sino por tener la capacidad de verse y vencerse; decirle adiós a la dependencia química, darle la bienvenida a una nueva familia y a sus respectivos sueños, y sobre todo, por vernos a los demás tal y como somos, sin asustarse e insistiendo en querernos. Cáncer, un héroe que a pesar de estar atrapado en el callejón sin salida que significa la proximidad de la muerte que siempre creyó en la vida.
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