“Nuestras vidas se definen por las oportunidades, incluso las que
perdemos”.
F. Scott Fitzgerald
¿Cuáles fueron mis motivos para aceptar ser
jurado del Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró 2018, sección poesía?
Debo confesar que la primera razón que tuve para aceptar tal responsabilidad
fue el pago por el servicio dado. Cuando me fui adentrando en la lectura de los
74 libros concursantes, descubrí que ser jurado de este prestigioso premio era,
es, una gran oportunidad: la de votar a favor del concepto que tengo y practico
de la poesía. Concepto que, por cierto, es fruto de leer y escuchar a quienes
conocen el tema.
¿Cómo llegué a mi voto dado a la obra
ganadora? Al recibir las obras participantes me puse un calendario y horario de
lecturas que me permitiera leer los poemarios las veces que fuese necesario. Al
final de la primera ronda de lectura, 29 libros despertaron mi deseo de
volverlos a leer. Los 45 libros restantes no lograron conmoverme. No me vi en
ellos. Volví a leer los 29 y hubo 5 de ellos que tenían una propuesta estética
(y ética) que los distinguía del resto. Los otros 24 se me parecieron muy
similares entre sí. Volví a leer los 5 mencionados y no pude ni eliminar ni
inclinarme por alguno de ellos. Llegada la mañana del 15 de octubre, día de las
deliberaciones del fallo final, descubro gratamente que los otros dos jurados
eran los poetas y amigos Otoniel Guevara de El Salvador y Luís Méndez Salinas
de Guatemala. Nos tomó unos cuantos minutos ponernos de acuerdo en que la
discusión giraría en torno a 4 libros y 4 horas en ponernos de acuerdo en el
poemario ganador: La edad de la rosa de Ela
Urriola.
¿Qué concepto de poesía defendí con mi voto? En mi opinión, poesía
es construir un puente. ¿Hacia dónde? Hacia el otro. El poeta panameño Héctor
Collado dice que la poesía trata, siempre, del otro. El egotismo no es poesía,
es una enfermedad aburrida. Y lo es más en una sociedad afanada en atomizarnos
al destruir el tejido social que nos mantiene unidos.
¿Cómo lograr que el lector se descubra en los versos que lee? Esa es
la pregunta a contestar. De acuerdo al poeta cubano Roberto Manzano, el oficio poético
consiste, precisamente, en buscar dentro de quien escribe la humanidad de quien
va a leer los poemas escritos. No se trata de escribir pensando en complacer al
futuro lector, se trata de empatía. Nuevamente menciono a Héctor, quien añade
que el gran poema es producto de la observación del mundo, la imaginación, la
sensibilidad y la cultura fruto de la lectura. La poeta costarricense Leda
García afirma que hay poemas primitivos y poemas rotundos. Entiéndase primitivo
como inacabado y rotundo como sin fisuras. Regresando a Roberto, él afirma que
el gran poema pone en orden las emociones y crea un lazo entre bardo y lector.
O como dice el poeta guatemalteco Marvin García, la poesía es la amistad.
El vate, a diferencia del escritor de versos, no sólo quiere
expresar lo que piensa y siente, busca escribir poemas con significados
verdaderamente trascendentales. Ela Urriola escribió sobre mujeres icónicas de
la cultura universal y esa fue su excusa para hablarme de lujuria, asfixia y luto.
Ela hizo una exhaustiva investigación y le cantó al dolor de mujeres esenciales
de siglos pasados, permitiéndole a hombres del siglo 21 identificar el propio.
Realmente, esta experiencia fue enriquecedora. Crecí con ella.
Menciono de nuevo que la deliberación demoró 4 horas, lo cual, junto al resto
del proceso, me dio una oportunidad única, la de plantearme el siguiente
dilema: ¿Se puede ser poeta sin ser rotundo?
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