domingo, 11 de noviembre de 2018

REFLEXIONES EN TORNO A MI PAPEL COMO JURADO EN EL MIRÓ


“Nuestras vidas se definen por las oportunidades, incluso las que perdemos”.
F. Scott Fitzgerald
¿Cuáles fueron mis motivos para aceptar ser jurado del Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró 2018, sección poesía? Debo confesar que la primera razón que tuve para aceptar tal responsabilidad fue el pago por el servicio dado. Cuando me fui adentrando en la lectura de los 74 libros concursantes, descubrí que ser jurado de este prestigioso premio era, es, una gran oportunidad: la de votar a favor del concepto que tengo y practico de la poesía. Concepto que, por cierto, es fruto de leer y escuchar a quienes conocen el tema.
¿Cómo llegué a mi voto dado a la obra ganadora? Al recibir las obras participantes me puse un calendario y horario de lecturas que me permitiera leer los poemarios las veces que fuese necesario. Al final de la primera ronda de lectura, 29 libros despertaron mi deseo de volverlos a leer. Los 45 libros restantes no lograron conmoverme. No me vi en ellos. Volví a leer los 29 y hubo 5 de ellos que tenían una propuesta estética (y ética) que los distinguía del resto. Los otros 24 se me parecieron muy similares entre sí. Volví a leer los 5 mencionados y no pude ni eliminar ni inclinarme por alguno de ellos. Llegada la mañana del 15 de octubre, día de las deliberaciones del fallo final, descubro gratamente que los otros dos jurados eran los poetas y amigos Otoniel Guevara de El Salvador y Luís Méndez Salinas de Guatemala. Nos tomó unos cuantos minutos ponernos de acuerdo en que la discusión giraría en torno a 4 libros y 4 horas en ponernos de acuerdo en el poemario ganador: La edad de la rosa de Ela Urriola.
¿Qué concepto de poesía defendí con mi voto? En mi opinión, poesía es construir un puente. ¿Hacia dónde? Hacia el otro. El poeta panameño Héctor Collado dice que la poesía trata, siempre, del otro. El egotismo no es poesía, es una enfermedad aburrida. Y lo es más en una sociedad afanada en atomizarnos al destruir el tejido social que nos mantiene unidos.
¿Cómo lograr que el lector se descubra en los versos que lee? Esa es la pregunta a contestar. De acuerdo al poeta cubano Roberto Manzano, el oficio poético consiste, precisamente, en buscar dentro de quien escribe la humanidad de quien va a leer los poemas escritos. No se trata de escribir pensando en complacer al futuro lector, se trata de empatía. Nuevamente menciono a Héctor, quien añade que el gran poema es producto de la observación del mundo, la imaginación, la sensibilidad y la cultura fruto de la lectura. La poeta costarricense Leda García afirma que hay poemas primitivos y poemas rotundos. Entiéndase primitivo como inacabado y rotundo como sin fisuras. Regresando a Roberto, él afirma que el gran poema pone en orden las emociones y crea un lazo entre bardo y lector. O como dice el poeta guatemalteco Marvin García, la poesía es la amistad.
El vate, a diferencia del escritor de versos, no sólo quiere expresar lo que piensa y siente, busca escribir poemas con significados verdaderamente trascendentales. Ela Urriola escribió sobre mujeres icónicas de la cultura universal y esa fue su excusa para hablarme de lujuria, asfixia y luto. Ela hizo una exhaustiva investigación y le cantó al dolor de mujeres esenciales de siglos pasados, permitiéndole a hombres del siglo 21 identificar el propio.
Realmente, esta experiencia fue enriquecedora. Crecí con ella. Menciono de nuevo que la deliberación demoró 4 horas, lo cual, junto al resto del proceso, me dio una oportunidad única, la de plantearme el siguiente dilema: ¿Se puede ser poeta sin ser rotundo?

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