“Y juntos, todos lucharemos
Contra el odio y la tristeza
Cantando
la canción de triunfo
A favor de la vida y la esperanza
En
contra del pillaje y de la guerra”
Emérito Rodríguez
Desde el espacio
exterior las fronteras entre los países no se pueden observar; las montañas,
los valles y los ríos sí se ven. Los montes son impasibles, las fronteras
cambian. Parece lógico, entonces, que el
amor a la patria pase por la admiración a los accidentes geográficos del
territorio nacional.
El poeta Emérito
Rodríguez, en su poemario Canción serena de la discordia inesperada, nos
muestra y demuestra como la geofilia, además de la historia en común, creo los nexos que hicieron posible la existencia
de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Por supuesto que
antes estuvieron los zares, los rus y los eslavos; pero la URSS añadió un nuevo
sueño universal. Si se convirtió en pesadilla es tema de otro artículo, pero es
innegable que miles creyeron en la utopía de la revolución. Otra razón para la
unión.
Pero llegó el
momento en que a los pueblos soviéticos ni la geofilia, ni la historia, ni el
sueño universal le fueron suficientes para mantener la unidad. Las diferencias
pesaron más. Y el odio creció entre los hombres y mujeres que antes marchaban
bajo una misma bandera, la guerra no tardó en asolar los campos.
Emérito cierra
el libro con una fuerte denuncia contra el fascismo que hoy renace en los
continentes. Muchos no creen que tal fenómeno esté ocurriendo, niegan y
reniegan de toda la evidencia que nos muestra que tan infame se está volviendo
nuestra vida. Hasta allí no llega el poeta, anuncia el día de la esperanza,
cuando enfrentemos al odio y frenemos su avance. Emérito canta al triunfo a favor de la vida.
Y hoy es el día de amarla, a ella, la vida.