“Educar
es motivar a auto-educarse.”
Anónimo
Hace unos
años, Miriam Garay me mostró un cartel con las palabras que me sirven de
epígrafe. Ese gesto fue valioso, pues me dio las palabras para comprender algo
que mi intuición me venía diciendo hacia cierto tiempo: quien no busque aprender,
no aprenderá.
Hace
apenas unos días, Roberto Fajardo me hizo otro valioso regalo, me dijo: no se
trata de enseñar, sino de crear las condiciones para que las personas descubran
el conocimiento. ¿Cómo se crearán esas condiciones: con computadoras o usando
de forma diferente la mente?
Casi todo
se puede hallar en Internet, nunca antes habíamos tenido tanta información
disponible y sin embargo, capacidades como el pensamiento crítico, la
valoración estética y la formulación de juicios éticos son especies en
extinción. ¿Por qué?
Simple,
llegó la tecnología para todos, pero no el cambio de paradigma. Viviendo en los
tiempos de la memoria externa, la escuela insiste en la memorización de definiciones
que luego de la prueba escrita, dejan de tener significado y rápidamente son
olvidadas.
Después
del regalo de Miriam he ido poco a poco cambiando: de ser el que enseña en el
aula a ser un motivador en ella. ¡Con todo y mi porte de sargento de infantería!
Al cambiar de rol me di cuenta de las muchas dificultades que confabulan contra
la autodidáctica. Y lo digo por los múltiples embrollos que tuve que resolver
en mi propio cerebro. Aún me quedan algunos por solucionar. Pero con cada nudo
suelto, siento que soy mejor en mi trabajo.
Saqué de mi cabeza la idea de que los educandos son
baldes que yo tengo que llenar. Al liberarme de ese engreimiento, mi mente creció
y entendí que de eso se trata este negocio llamado educación: de que crezcan las
mentes de los estudiantes. Y eso es lo que importa, ¿no?