"Frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra
respuesta es la vida."
Gabriel García Márquez
Lo humano es una
aspiración a vivir tiempos mejores. Siempre. Pero lo humano también es la
historia de una minoría imponiéndose sobre las mayorías. Siempre. La tal
aspiración se contrasta permanentemente con la evidencia histórica y esa es la
raíz de las contradicciones entre lo deseado y la práctica política. Entre las
utopías y la realidad social.
¿Cómo superar
tales contradicciones? La situación no es sencilla. El asunto es complejo. No
se puede reducir a un discurso. Las utopías no se concretarán sin… ¿Qué?
Las utopías
jamás se van a concretar, porque por cada paso que damos hacia su realización,
ellas dan un paso atrás para alejarse. Ya lo dijo Galeano, las utopías son para
mantenernos caminando, intentando alcanzar el horizonte, que está siempre a la
vista, que está siempre lejano. Pero una cosa son las utopías y otra los
utópicos.
Los utópicos son esos seres humanos cuya
misión hoy podemos resumirla en la frase: otro mundo es posible. Los utópicos
sí que existen y sí que los necesitamos. Ellos caminan hacia adelante y
nosotros los seguimos. Gracias a ellos abandonamos las cavernas y cada vez que
están ausentes, regresamos a ellas. Los noticieros hoy nos indican que los
necesitamos como nunca.
Hoy necesitamos
de los utópicos y de su terquedad. Necesitamos gente que trabajen por crear una
nueva cultura que reemplace al patriarcado, que practiquen una teoría ética del
poder que se aleje del torpe axioma político: el fin justifica los medios.
Necesitamos utópicos con una visión integral del ser humano, que tome en cuenta
lo psicológico y también lo económico y lo socio político, sin olvidar, por
supuesto, el arte y la filosofía. Necesitamos utópicos que nos enseñen una nueva
forma de vivir. Manera de tratarnos. En efecto, necesitamos utópicos que sean personas
nuevas y no los enfermos de siempre.