“La dualidad entre economía y cultura no existe.”
Carlos Fong
El 20 por ciento
de la humanidad (1, 400 millones, más o menos) gozamos de los beneficios del
progreso y el desarrollo; podemos tener discursos progresistas, pero nuestro
consumismo está destruyendo el planeta. El 80 por ciento restante, 5 600
millones de seres humanos (siempre más o menos), son los sacrificados para
nuestro bienestar.
Unos cien mil
saqueadores (políticos, banqueros, petroleros, traficantes del crimen) imponen
ese dictamen de injusticia, pero nosotros, los consumistas con discursos
progresistas, somos sus cómplices. El actual orden de las cosas demoró cerca de
siete mil años en perfeccionarse, así que lo más probable es que para cambiarlo
demoré otro tanto. A menos que…
A menos que el
calentamiento global de al traste con tanta avaricia institucionalizada. Quizás
así la humanidad entienda que tiene que imitar a la naturaleza. La vida biológica
está fundamentada en la fotosíntesis y la polinización. En la primera, las
plantas liberan al ambiente un residuo de la fabricación de sus alimentos, el
oxígeno, fundamental para todo ser vivo; en la segunda se da la colaboración
entre especies diferentes y cuyo producto son los frutos de la tierra. Si no se
entiende eso, si no comenzamos a imitar a las abejas y a los árboles, vamos a
ser tan extintos como los dinosaurios.
Concibo a la biocracia
como una concepción del poder, de como debe repartirse el poder: imitando a los
ecosistemas. Todos los componentes de un ecosistema son importantes, nada es
desechable. ¿Podemos soñar con una sociedad donde nadie sea marginado?
El poder lo han tenido las teocracias, las autocracias,
las oligocracias, todas han dejado por fuera a millones de seres humanos. ¿Habrá
llegado el tiempo de la biocracia?
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