domingo, 14 de septiembre de 2014

CAVILACIONES SUELTAS

“Veo en las noticias y leo en la prensa que el Real Madrid anda detrás de un futbolista cuyo precio es de ciento veinte millones de euros. Y qué queréis que os diga. Que el mundo me parece una puta mierda.”
Rafael Calero
Ser un marginado es una injusticia, cierto, y lo es porque vivir al margen no es una libre elección. Es una imposición. Pero, ¿y si no fuera así? Si alguien desease estar al margen de tanta situación ordinariamente injusta y absurda, ¿podría elegir libremente tal opción?
Pienso que hay una minoría muy minoritaria de humanos propensa a vivir por voluntad propia en el margen, lo cual, pensándolo bien, en un mundo de desquiciados puede ser más virtud que locura. Dichas personas, porque son personas y no gente, reconocen, aceptan y sumen que sus intereses no son muy populares que digamos; lo cual los obliga a optar por la estrategia de la morena, el pez que parece una anguila, que se esconde entre las rocas del arrecife y cuando pasa frente a ella un descuidado pez, ataca con certeza y así logra alimentarse. Esas personas están al margen y sólo saltan a la palestra cuando tienen algo que aportar. Si es que los dejan.
La gente es manada, sigue a quien está al frente. Persona es un individuo que se distingue de la multitud, que tiene voz propia. La gente se somete sin chistear a las modas y la persona, obviamente, obedece a su conciencia.

Una persona, para poder seguir siendo persona, ¿tendrá que trasladarse al margen? Por lo menos, pienso, tiene que alejarse de la masificación y, sobre todo, repudiar la estupidez. ¿Habrá algo más estúpido que anular el propio pensamiento, los propios sentimientos, sólo para evitar el rechazo por parte de una masa no pensante? No lo creo.

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