escamas de peces, filosos dientes, hienas paridas en agua fresca. Una
casa feliz asoma su garganta de ballena
y caben los verbos”.
A. Morales Cruz
Ya hay muchos intentos de definir en que consiste el oficio de la poesía. Pero, pienso, que cada poeta es una definición poética. Un buen ejemplo es el bardo panameño A. Morales Cruz. En su poemario: “El circulo, la grieta” nos lo deja claro. Allí nos sorprende con fulgurantes versos que iluminan nuestro horizonte literario. Desde el título invoca e inventa una seducción: El circulo, la grieta; la narración, la poesía; la historia, la herida; la continuidad, su ruptura. ¿Continuación? ¿Cuál?
Pensamos que la vida es una línea sin interrupciones, y que en eso consiste la sabia tradición. Pero, ¿Y si la continuidad no es más que una ilusión? ¿Acaso la muerte no es capaz de seducirnos?
No somos bloques perfectos. No, no lo somos. Las rupturas y los finales abundan. Y son eventos dolorosos. Pero, ¿Y si encontramos la grieta por donde el agua se escurre y nos purifica?
Tal vez una herida, a pesar de lo tétrico, le da más valor a una sonrisa. El poemario de Morales Cruz es una visión de la vida que nos recuerda la realidad de la muerte, del cadáver futuro que seremos y, por contraste, del ser vivo que somos ahora.
La grieta, la herida, la rendija, ¿la poesía? Sí. Allí donde el circulo es una infinita y cadavérica humedad, si, allí mismo, hay una grieta donde queda encajada el ancla que impide que el poeta se pierda en tanta vuelta.
Cadáver, hiena, moscas, ¿la vida? Sí. La orquídea y la fiera carroñera nacen de la misma fuente. Cuando parece inminente el triunfo de la oscuridad, un breve destello, un pequeño brillo escrito en verso nos regresa a la senda. La grieta es aquel regreso.
A. Morales Cruz nos habla de vida y poesía. Extrañamente lo hace a través de ahogados, mares y viejas tuberías con húmedos escapes. Una horrible sensación de musgos creciendo en la piel, obliga a preguntarse: ¿Será cierto que todo esta muy bien?
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