El abismo cayó sobre su espalda. Después de ser amigo. Después de ser leal. Y no hubo suficiente olvido para sepultar sus huesos, para esconder su sangre.
El abismo cayó sobre su espalda. Luego de caminar entre los abrojos. Luego de incendiar espinas. Y no hubo suficiente oscuridad para apagar su estrella, para sofocar su luz.
El abismo cayó sobre su espalda. Sin preparación alguna. Sin la adecuada despedida. Y no pudo la humareda ocultar la nobleza, desorientar al héroe.
El abismo cayó sobre su espalda. Y su polvo quedó entre nosotros. Y su aliento también.
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