“No hay que morirse para conocer el infierno, sólo basta esperar de brazos cruzados…”
Víctor Paz
Hoy vengo ha hablarte de un nombre de mujer. No, no es Margarita ese nombre. Es esperanza. En 1978 cuando Karol Józef Wojtyla asumió el papado gritó al mundo: No teman. Y en continentes diferentes y alentados por ideales mucho más diferentes, el sindicato SOLIDARIDAD en Polonia y el FRENTE SANDINISTA en Nicaragua demostraron cuanto se puede cabalgar cuando se está libre del desasosiego. Hoy, treinta años más tarde, el mundo está cubierto por la muy perniciosa maleza de la desconfianza. Y en praderas temerosas no crece la esperanza.
Ese tema, por razones de mi profesión docente, me es muy especial. ¿Sin esperanza tiene sentido dedicarse a educar muchachos y muchachas que no esperan nada? La respuesta a la que siempre arribo es un rotundo no. Lo que me conduce a la siguiente pregunta: ¿qué hacer? Y la respuesta persistente y permanente es: buscarse problemas. Porque en una sociedad idólatra como la nuestra hablar de esperanza es incómodo e incomodador.
La esperanza no se encuentra en la euforia que despiertan los íconos iluminados por el título de PANAMEÑO CON ÉXITO EN EL EXTRANJERO, mucho menos en las promesas hechas al fragor de una campaña política. Vivir con la esperanza de que la clase política va a cambiar de hábitos y que pronto pondrá punto final al despotismo y a la corrupción, no sólo es ilusorio, también doloroso. Igual ocurre con todas las demás fuentes de supuesta esperanza que hay en esta patria; desde el gordo de la lotería, hasta las ventas multi-nivel de pastillas para adelgazar.
La esperanza realista, la que es fruto de la responsabilidad, nace del convencimiento de que los padrinos mágicos no existen y que eso nos obliga, a ti y a mí, a trabajar, a exigir y a buscarnos problemas con todos aquellos que nos quieran secuestrar el futuro sembrando en nuestras almas la semilla del pánico.
Ya te lo dije, eso implica incomodar e incomodarse, y eso vale la pena. Vale la pena incomodarse por la niñez y la juventud de este país. Si la mitad de la mala fama que le han dado los medios de comunicación a los jóvenes fuese cierta, ya habrían dado un golpe de estado, porque permíteme recordarte que la seguridad de este país no es muy buena que digamos.
Vale la pena buscarse problemas por las mujeres de esta nación. Haz la prueba, convoca a una reunión en un barrio cualquiera para remediar cualquier problema de ese barrio y la mayoría de las asistentes serán ellas. ¿Acaso les sobra el tiempo? No. Si son amas de casa, los platos nunca dejan de ensuciarse y si son trabajadoras o profesionales tienen que cumplir las mismas horas de trabajo del hombre que no va a la reunión a la que se le convoca.
Vale la pena buscarse problemas por los padrastros, sí, en serio. La disfuncionalidad de las parejas panameñas alcanza cifras espantosas y un alto porcentaje de nuestra población termina siendo criada por padrastros y madrastras. Si no cumpliesen con su papel de atender niños y niñas que no son de su sangre, la familia panameña ya hubiese desaparecido. O por lo menos los manicomios estuviesen más llenos.
Y lo más importante, vale la pena buscarse problemas por ti. Tu corazón se merece algo más que el miedo, tu alma merece rebozar de esperanza. Tu rostro merece despertar cada mañana con ganas de sonreír y tus pies con ganas de bailar. Así lo creo. Y porque lo creo te pido disculpas por la pereza de la poetada panameña. Perdónanos a nosotros los poetas panameños por estar, a veces, más interesados en vernos el ombligo que en prestar atención a tu cara ajada por una mueca de dolor. Por eso, termino invitándote a que te atrevas a dejar atrás los días de la lástima. ¡No pidas más limosnas! ¡Deja de creer ilusamente que será un cacique o una hechicera quien remediará tus problemas! Ya es tiempo que siembres en tu vida personal, en tu familia y en cada vereda que recorras de esta patria, semillas de esperanza realista; recuerda, esperanza realista es aquella que nace de tu responsabilidad.
Víctor Paz
Hoy vengo ha hablarte de un nombre de mujer. No, no es Margarita ese nombre. Es esperanza. En 1978 cuando Karol Józef Wojtyla asumió el papado gritó al mundo: No teman. Y en continentes diferentes y alentados por ideales mucho más diferentes, el sindicato SOLIDARIDAD en Polonia y el FRENTE SANDINISTA en Nicaragua demostraron cuanto se puede cabalgar cuando se está libre del desasosiego. Hoy, treinta años más tarde, el mundo está cubierto por la muy perniciosa maleza de la desconfianza. Y en praderas temerosas no crece la esperanza.
Ese tema, por razones de mi profesión docente, me es muy especial. ¿Sin esperanza tiene sentido dedicarse a educar muchachos y muchachas que no esperan nada? La respuesta a la que siempre arribo es un rotundo no. Lo que me conduce a la siguiente pregunta: ¿qué hacer? Y la respuesta persistente y permanente es: buscarse problemas. Porque en una sociedad idólatra como la nuestra hablar de esperanza es incómodo e incomodador.
La esperanza no se encuentra en la euforia que despiertan los íconos iluminados por el título de PANAMEÑO CON ÉXITO EN EL EXTRANJERO, mucho menos en las promesas hechas al fragor de una campaña política. Vivir con la esperanza de que la clase política va a cambiar de hábitos y que pronto pondrá punto final al despotismo y a la corrupción, no sólo es ilusorio, también doloroso. Igual ocurre con todas las demás fuentes de supuesta esperanza que hay en esta patria; desde el gordo de la lotería, hasta las ventas multi-nivel de pastillas para adelgazar.
La esperanza realista, la que es fruto de la responsabilidad, nace del convencimiento de que los padrinos mágicos no existen y que eso nos obliga, a ti y a mí, a trabajar, a exigir y a buscarnos problemas con todos aquellos que nos quieran secuestrar el futuro sembrando en nuestras almas la semilla del pánico.
Ya te lo dije, eso implica incomodar e incomodarse, y eso vale la pena. Vale la pena incomodarse por la niñez y la juventud de este país. Si la mitad de la mala fama que le han dado los medios de comunicación a los jóvenes fuese cierta, ya habrían dado un golpe de estado, porque permíteme recordarte que la seguridad de este país no es muy buena que digamos.
Vale la pena buscarse problemas por las mujeres de esta nación. Haz la prueba, convoca a una reunión en un barrio cualquiera para remediar cualquier problema de ese barrio y la mayoría de las asistentes serán ellas. ¿Acaso les sobra el tiempo? No. Si son amas de casa, los platos nunca dejan de ensuciarse y si son trabajadoras o profesionales tienen que cumplir las mismas horas de trabajo del hombre que no va a la reunión a la que se le convoca.
Vale la pena buscarse problemas por los padrastros, sí, en serio. La disfuncionalidad de las parejas panameñas alcanza cifras espantosas y un alto porcentaje de nuestra población termina siendo criada por padrastros y madrastras. Si no cumpliesen con su papel de atender niños y niñas que no son de su sangre, la familia panameña ya hubiese desaparecido. O por lo menos los manicomios estuviesen más llenos.
Y lo más importante, vale la pena buscarse problemas por ti. Tu corazón se merece algo más que el miedo, tu alma merece rebozar de esperanza. Tu rostro merece despertar cada mañana con ganas de sonreír y tus pies con ganas de bailar. Así lo creo. Y porque lo creo te pido disculpas por la pereza de la poetada panameña. Perdónanos a nosotros los poetas panameños por estar, a veces, más interesados en vernos el ombligo que en prestar atención a tu cara ajada por una mueca de dolor. Por eso, termino invitándote a que te atrevas a dejar atrás los días de la lástima. ¡No pidas más limosnas! ¡Deja de creer ilusamente que será un cacique o una hechicera quien remediará tus problemas! Ya es tiempo que siembres en tu vida personal, en tu familia y en cada vereda que recorras de esta patria, semillas de esperanza realista; recuerda, esperanza realista es aquella que nace de tu responsabilidad.
6 comentarios:
David, amigo, leería tu comentario una, dos, cien veces... es de aquellos que imprimen en el alma el deseo de SEGUIR! y avanzar, crear, querer, motivar, dar ejemplo, sembrar con fe... Gracias, amigo, por enviarme el link!! mi mañana comienza de manera especial gracias a ti.
Un gran abrazo desde Chile,
Norma
David, realmente estabas inspirado para este artículo. Gracias por prodigarnos tus palabras.
Saludos,
Melanie
!Carajo David!
La verdad, no entendí.
O se tiene o no esperanza...Sea en padrinos, en el gordito, en la caridad.
La esperanza no es ni buena ni mala es otro instrumento de supervivencia.
La esperanza debe estar donde pueda porque la esperanza es trascendente: está en la ficción, y en la sicología, en cualquier investigación "dura".
La esperanza, como la suerte, es un recurso de naúfragos en cualquier orilla de la realidad, o la fantasía.
La esperanza es imprescindible, porque en su ausencia sólo se tiene la desesperanza.
La esperanza es el reconocimiento de la pequeñez, es un razgo de humildad exclusivamente humano.
Es una mezcla de intuición y urgencia. La materialidad de la conciencia de la propia insignificancia.
Al final, la esperanza es una forma de conocimiento, de inter-subjetividad, que relaciona a todos con el objeto esperado, sea que provenga de la naturaleza, o de la voluntad del otro.
La esperanza en lo que sea es confianza sin cálculo.
Es la fuerza que hace "remar" el número el domingo, o al caballe en el hipódromo.
La esperanza es el peldaño anterior al agnosticismo: cuando se pierde la fe, se pierde toda esperanza.
...y entonces, ya no queda nada más que perder.
Desprendidos de toda posesión, las personas no se diferencian de las cosas.
Atentamente...
Criticontropus
David...Lo que más me ha gustado de tu artículo es eso de dejar de dar lástima...La sociedad te empuja a creer que si eres víctima te va mejor. Si la gente piensa pobrecito este man, te salvaste porque te remedian la vida. Error!!Como madre te puedo decir que el reto más grande que me he encontrado hasta ahora es cómo hacer para transmitirle a mis hijos que tienen una misión en este mundo y un lugar especial y que solamente podrán acceder a él y por ende a ser felices si persisten en la búsqueda dentro de ellos mismos. La felicidad al igual que la esperanza depende de cada uno de nosotros, tal como dices, nada viene del cielo. No se debe confundir la fe con la esperanza.
Un abrazo,
Marisín
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