DE CÓMO LO EVIDENTE RESULTA NO TAN EVIDENTE
Mucho se ha dicho sobre la ampliación del canal. Razones y argumentos tanto técnicos como comerciales. Pero hay algo tan a la luz pública que parece no tener importancia, cuando, por el contrario, es el meollo esencial del dilema planteado.
A manera de aclaración, me gustaría mencionar que si poseo alguna experticia es en hacer preguntas. Hoy traigo un par que, al formularlas en otros foros, han provocado que me tachen de pesimista. Sólo porque no me conformo con respuestas como: “Yo tengo fe que todo va a salir bien”. ¿Será que el canal de Panamá es artículo de fe?
La primera de esas preguntas es la siguiente: ¿Dónde radica la riqueza nacional: en la posición geográfica o en el funcionamiento del canal? La respuesta es obvia: la posición geográfica. Pero si es tan evidente el asunto, ¿Por qué no hay muchas más inversiones que, al igual que el canal, exploten la posición geográfica? ¿Será falta de imaginación?
Gracias a la posición geográfica, hasta en lo micro los panameños percibimos como natural los negocios vinculados al sector servicios y a la actividad comercial. Sino, preguntemos cuantos desempleados al decidirse por un negocio propio piensan en abrir una pequeña fabrica y cuantos en comprar un taxi. Entonces, repito, ¿Por qué no hay más macro empresas que exploten la posición geográfica de Panamá? ¿Será que somos un país al servicio del canal?
La segunda pregunta es: ¿Si al canal no se le construye el tercer juego de esclusas, podría quebrar y declararse en bancarrota? Las fuerzas comerciales son incontenibles. Tanto que, si se trata de detener, el comercio desborda los marcos legales existentes y aparece como contrabando. Y el comercio, aupado por los fenómenos asociados a la globalización, está creciendo a ritmo giga acelerado. ¿Puede el comercio internacional dejar por fuera la ruta del canal? El canal podría contraerse, reducir sus millonarias ganancias, pero quebrar, lo dudo. Es más, me parece que la única forma posible que el canal quiebre es con el colapso del capitalismo como sistema político-económico mundial. Entonces, ¿por qué las voces de alarma? ¿Será que el apuro es por qué hay quienes perderían su oportunidad de hacer el negocio de sus vidas?
La tercera pregunta es la siguiente: ¿Quién garantiza el pago del empréstito necesario para la empresa del tercer juego de esclusas? Es decir, ¿quién finalmente lo va a pagar? ¿Será tan fácil como trasladar los costos a las navieras vía peaje? ¿Hay garantías que la banca que haga el empréstito no subirá los intereses simple y llanamente porque así lo considere un buen negocio? Bisnis is bisnis y en los bisnis la lealtad está en función de las utilidades, ¿O no es así?
También están las siguientes situaciones posibles. El bum chino, ¿Durará hasta el pago de la deuda? ¿Y si China no supera la crisis entre su interior rural y sus costas industrializadas? ¿Y si se agravan los conflictos por la isla de Taiwán o por el desarrollo nuclear norcoreano? ¿Y el deshielo del Ártico? ¿Y las inversiones que se están haciendo a nivel mundial en materia de megapuertos, carreteras y ferrocarriles? Parece que el comercio mundial está apostando a la diversidad de rutas y formas de trasiego de mercancías. ¿Por qué insistir en un monocultivo llamado canal? ¿Por qué no hablar claro y declarar que la recuperación de la inversión no está 100 % asegurada pues hay márgenes reales de riesgo? ¿Será que la ampliación en sí misma es el negocio y no importa el endeudamiento pues el estado panameño es quien va a pagar?
La cuarta y última de las preguntas es: ¿Qué país tendremos al final de la construcción del tercer juego de esclusas? ¿Será el país que queremos o el mismo que hemos sufrido hasta ahora?
Esta pregunta ubica el dilema donde debe estar. El canal de Panamá es una empresa cuyos accionistas somos todos los panameños, es decir, no es una cadena de supermercados donde el dueño puede disponer a su antojo de la organización. El dilema de la ampliación o no del canal de Panamá, no es un problema técnico o meramente de negocios. El problema de la ampliación o no del canal de Panamá, es un problema político y debe ser tratado como tal. Y ya es tiempo que en este país los problemas políticos pasen por la respuesta a la pregunta: ¿Qué país queremos?
Entre Paso Canoa y Jaqué hay dos países distintos. Tenemos el de las Ferias de Portobelo, del tratado Mallarino- Bidlack, del ferrocarril, del Canal Francés, del fusilamiento de Victoriano Lorenzo, del tratado Hay-Bunneau Varilla, de las intervenciones militares, del Tratado de Neutralidad y más recientemente, de las privatizaciones de las empresas públicas. Políticamente es un conglomerado de caciques, tiene al juego vivo como ideología y económicamente es dependiente. Y eso sin mencionar el pecaminoso abismo que hay entre ricos y pobres.
¿Saben que ese país no conoce de seguridad alimentaria? ¿No les llama la atención el hecho de que en las privatizaciones, el capital panameño se conformó con ser socio minoritario, hasta en la compra del Hipódromo Remón? Ese país está volcado a defender los intereses transnacionales y su lema es: PRO MUNDI BENEFICIO.
Al otro país, para definirlo y ubicarlo, podemos usar como metáfora un capítulo de nuestra historia, me refiero al Incidente de la Tajada de Sandía: Un extranjero se negó a pagar los cinco centavos del pedazo de fruta, y un istmeño exigió su pago, y lo cobró. Siendo explícito, que los beneficios de nuestra verdadera riqueza nacional, la posición geográfica, sean primordialmente para los panameños y en segundas y terceras instancias para el resto del mundo. Este es el país en el cual deseo pasar mis últimos años de vida. ¿Es eso mucho pedir?
Para construir ese país hay que romper el ciclo del pan para hoy y hambre para mañana. ¿Las promesas de empleo de la Autoridad del Canal, aspiran a romper ese ciclo? Me parece que no. Y es que no lo pueden hacer. Y no lo pueden hacer porque el canal de Panamá no está inserto en una estrategia de crecimiento nacional. Y no lo está porque esa estrategia no existe. Y no existe porque el estado panameño tiene el norte de repetir la historia. ¿Habrá llegado la hora de democratizar las riquezas del canal y de edificar la verdadera nueva patria: Una igual para todos?
Mucho se ha dicho sobre la ampliación del canal. Razones y argumentos tanto técnicos como comerciales. Pero hay algo tan a la luz pública que parece no tener importancia, cuando, por el contrario, es el meollo esencial del dilema planteado.
A manera de aclaración, me gustaría mencionar que si poseo alguna experticia es en hacer preguntas. Hoy traigo un par que, al formularlas en otros foros, han provocado que me tachen de pesimista. Sólo porque no me conformo con respuestas como: “Yo tengo fe que todo va a salir bien”. ¿Será que el canal de Panamá es artículo de fe?
La primera de esas preguntas es la siguiente: ¿Dónde radica la riqueza nacional: en la posición geográfica o en el funcionamiento del canal? La respuesta es obvia: la posición geográfica. Pero si es tan evidente el asunto, ¿Por qué no hay muchas más inversiones que, al igual que el canal, exploten la posición geográfica? ¿Será falta de imaginación?
Gracias a la posición geográfica, hasta en lo micro los panameños percibimos como natural los negocios vinculados al sector servicios y a la actividad comercial. Sino, preguntemos cuantos desempleados al decidirse por un negocio propio piensan en abrir una pequeña fabrica y cuantos en comprar un taxi. Entonces, repito, ¿Por qué no hay más macro empresas que exploten la posición geográfica de Panamá? ¿Será que somos un país al servicio del canal?
La segunda pregunta es: ¿Si al canal no se le construye el tercer juego de esclusas, podría quebrar y declararse en bancarrota? Las fuerzas comerciales son incontenibles. Tanto que, si se trata de detener, el comercio desborda los marcos legales existentes y aparece como contrabando. Y el comercio, aupado por los fenómenos asociados a la globalización, está creciendo a ritmo giga acelerado. ¿Puede el comercio internacional dejar por fuera la ruta del canal? El canal podría contraerse, reducir sus millonarias ganancias, pero quebrar, lo dudo. Es más, me parece que la única forma posible que el canal quiebre es con el colapso del capitalismo como sistema político-económico mundial. Entonces, ¿por qué las voces de alarma? ¿Será que el apuro es por qué hay quienes perderían su oportunidad de hacer el negocio de sus vidas?
La tercera pregunta es la siguiente: ¿Quién garantiza el pago del empréstito necesario para la empresa del tercer juego de esclusas? Es decir, ¿quién finalmente lo va a pagar? ¿Será tan fácil como trasladar los costos a las navieras vía peaje? ¿Hay garantías que la banca que haga el empréstito no subirá los intereses simple y llanamente porque así lo considere un buen negocio? Bisnis is bisnis y en los bisnis la lealtad está en función de las utilidades, ¿O no es así?
También están las siguientes situaciones posibles. El bum chino, ¿Durará hasta el pago de la deuda? ¿Y si China no supera la crisis entre su interior rural y sus costas industrializadas? ¿Y si se agravan los conflictos por la isla de Taiwán o por el desarrollo nuclear norcoreano? ¿Y el deshielo del Ártico? ¿Y las inversiones que se están haciendo a nivel mundial en materia de megapuertos, carreteras y ferrocarriles? Parece que el comercio mundial está apostando a la diversidad de rutas y formas de trasiego de mercancías. ¿Por qué insistir en un monocultivo llamado canal? ¿Por qué no hablar claro y declarar que la recuperación de la inversión no está 100 % asegurada pues hay márgenes reales de riesgo? ¿Será que la ampliación en sí misma es el negocio y no importa el endeudamiento pues el estado panameño es quien va a pagar?
La cuarta y última de las preguntas es: ¿Qué país tendremos al final de la construcción del tercer juego de esclusas? ¿Será el país que queremos o el mismo que hemos sufrido hasta ahora?
Esta pregunta ubica el dilema donde debe estar. El canal de Panamá es una empresa cuyos accionistas somos todos los panameños, es decir, no es una cadena de supermercados donde el dueño puede disponer a su antojo de la organización. El dilema de la ampliación o no del canal de Panamá, no es un problema técnico o meramente de negocios. El problema de la ampliación o no del canal de Panamá, es un problema político y debe ser tratado como tal. Y ya es tiempo que en este país los problemas políticos pasen por la respuesta a la pregunta: ¿Qué país queremos?
Entre Paso Canoa y Jaqué hay dos países distintos. Tenemos el de las Ferias de Portobelo, del tratado Mallarino- Bidlack, del ferrocarril, del Canal Francés, del fusilamiento de Victoriano Lorenzo, del tratado Hay-Bunneau Varilla, de las intervenciones militares, del Tratado de Neutralidad y más recientemente, de las privatizaciones de las empresas públicas. Políticamente es un conglomerado de caciques, tiene al juego vivo como ideología y económicamente es dependiente. Y eso sin mencionar el pecaminoso abismo que hay entre ricos y pobres.
¿Saben que ese país no conoce de seguridad alimentaria? ¿No les llama la atención el hecho de que en las privatizaciones, el capital panameño se conformó con ser socio minoritario, hasta en la compra del Hipódromo Remón? Ese país está volcado a defender los intereses transnacionales y su lema es: PRO MUNDI BENEFICIO.
Al otro país, para definirlo y ubicarlo, podemos usar como metáfora un capítulo de nuestra historia, me refiero al Incidente de la Tajada de Sandía: Un extranjero se negó a pagar los cinco centavos del pedazo de fruta, y un istmeño exigió su pago, y lo cobró. Siendo explícito, que los beneficios de nuestra verdadera riqueza nacional, la posición geográfica, sean primordialmente para los panameños y en segundas y terceras instancias para el resto del mundo. Este es el país en el cual deseo pasar mis últimos años de vida. ¿Es eso mucho pedir?
Para construir ese país hay que romper el ciclo del pan para hoy y hambre para mañana. ¿Las promesas de empleo de la Autoridad del Canal, aspiran a romper ese ciclo? Me parece que no. Y es que no lo pueden hacer. Y no lo pueden hacer porque el canal de Panamá no está inserto en una estrategia de crecimiento nacional. Y no lo está porque esa estrategia no existe. Y no existe porque el estado panameño tiene el norte de repetir la historia. ¿Habrá llegado la hora de democratizar las riquezas del canal y de edificar la verdadera nueva patria: Una igual para todos?
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