“Aunque el
rebelde debe actuar porque cree que es lo correcto, también puede actuar
reconociendo que podría estar equivocado.”
Albert Camus
Una observación es un
acto individual, yo observo como el viento mueve las hojas de un árbol. Un
hecho es un acto colectivo, también mi familia y vecinos observan como el
viento mueve las hojas. Un dato es un acto académico, el hecho del árbol y el viento
lo hago parte de un argumento, el viento mueve las hojas del árbol y nos trae
fresco o puedo decir que el viento al sacudir al árbol llena el patio de hojas.
El mismo hecho para dos argumentos diferentes y contrarios. Los hechos por sí
solos no necesariamente construyen conocimiento, los hechos deben ser
interpretados e insertados dentro de un construido teórico. Un argumento.
Lo que menos he
escuchado y leído durante la crisis provocada por la pandemia del Covid-19 son
argumentos. Mucha opinión personal muy alejada de argumentaciones sólidas, por
el simple evento de partir, no de hechos, si no de supuestos. Una observación
no se convierte en hecho por yo decir con mucha autoridad: es un hecho o está
científicamente probado, mi observación se convierte en hecho cuando otros observan
independientemente lo mismo que yo estoy observando, subrayo independiente. Un
supuesto es una presunción que no necesita verificarse y al que puedo sumarme
por razones ideológicas o emocionales.
Precisamente, para
evitar ese desliz, el pensador crítico problematiza los hechos para así
descartarlos en caso de comprobar que sólo son supuestos. Claro, eso si se
quiere esbozar un argumento, si únicamente se desea dar una opinión personal, no
es necesario. Tal opinión será una falacia si se disfraza de ciencia. La
ciencia parte de los hechos, no de los supuestos. ¿Qué es problematizar? Es
hacerse preguntas, muchas preguntas sobre el supuesto hecho. Dudar sobre su
veracidad. Luego, si se desea pasar de la crítica a la ciencia, viene el proponer
posibles respuestas (hipótesis), buscar información ya existente sobre el tema,
escudriñar evidencias y hacer pruebas, redactar conclusiones. Estas
conclusiones no son dogmas. Listo.
Me gustaría argumentar
sobre algunas opiniones que circulan en las redes sociales y medios de
comunicación masivos. La primera de ella dice que el virus fue sintetizado en
un laboratorio y liberado adrede para reducir la población mundial. ¿Se
fabrican virus en laboratorios? ¡Sí! ¿Puede ocurrir un accidente y un virus
letal ser liberado? Definitivamente, sí. Ese no es el punto. Se trata de si su
liberación fue adrede y para reducir la población. Esta opinión tiene dos
versiones. La primera, el gobierno chino liberó el virus. ¿Por qué lo haría?
¿Qué gana? ¿Por qué Wuhan y no Hong Kong o el Tibet o el mismo Taiwan? Sus
dolores de cabeza. Además, Wuhan es conocida como el Chicago de China, yo
la llamaría la Panamá de China por su
papel neurálgico en las comunicaciones a lo interno del país. ¿Por qué el
Partido Comunista Chino, cuyo gran plan es la Nueva Ruta de la Seda, se pegaría
un tiro en el pie infectando una de las ciudades fundamentales para dicho plan?
Wuhan está cerca de la presa de Las Tres Gargantas, hidroeléctrica fuente de la
energía necesaria para llevar adelante sus planes.
La segunda versión es
que se trata de un ataque biológico de potencias extranjeras. En una economía
globalizada, ¿quién gana? ¿Trump al regresar puestos de trabajos a EUA? ¿Los
capitalistas estadounidenses regresarían al modelo que ellos mismos
desmantelaron? ¿La Unión Europea al sacar a China de la carrera por el dominio
tecnológico? Entonces, ¿por qué atacar Wuhan y no Shenzen donde se encuentra el
cuartel general de Huawei? También se afirma que el virus fue sintetizado y
liberado para vender vacunas, resulta que el pronóstico más optimista habla de
tener el medicamente para el año que viene, 2021.
Quienes defienden la
opinión anterior en sus dos versiones, descartan por completo el origen animal
de la pandemia. ¿Existe el curry de murciélago? Sí. ¿Al manipular masivamente
murciélagos se puede contaminar otros alimentos, por ejemplo, peces y mariscos?
Sí. Vi un video donde un infante chino se metía una y otra vez a la boca un
sapo vivo y con el beneplácito de los adultos presentes. Yo lo hago y se me
hincha la boca, simple y llanamente, porque mi sistema inmunológico no está
preparado para metabolizar las secreciones cutáneas del batracio.
A lo largo de la
historia de la humanidad, desde el neolítico hasta la fecha, ésta se ha visto
amenazada por grandes pestes provenientes del ganado y de las plagas que
conviven con ella. Cerdos y ratas. Así que, ¿por qué extrañarse que una y otra
vez aparezca una nueva enfermedad en un pueblo que tiene costumbres milenarias
de alimentarse con animales portadores de virus?
¿Este coronavirus está
reduciendo la población humana del planeta? No. Y si algún poder planetario
tuviese esa intensión, ese poder planetario tiene a su disposición otros
agentes patógenos más eficientes. El ébola o el mismo SARS que ya nos
demostraron su letalidad. ¿El Covid-19 es para reducir la población de ancianos
del mundo? La diabetes y la hipertensión ya lo están haciendo. Y como no se
quiere cuestionar los estilos de vida, se grita a los cuatro vientos: los
gobiernos mienten sobre las cifras de infectados y muertos por la infección.
Al 11 de marzo de 2020
los infectados alrededor del mundo eran 121 560, los fallecidos 4 370. La
población mundial en octubre del 2019 era alrededor de 7 mil 700 millones. De
acuerdo a estas cifras, el porcentaje de infectados a nivel mundial es: de
infectados 0.002% y de fallecidos 0.00006%. Para ser un virus que se transmite
tan rápido (ya es una pandemia) su letalidad es muy baja. Para llegar al 2% de
la población mundial infectada hay que multiplicar por mil las cifras oficiales
y ni así se llega al 1% de fallecidos. Quizás el tiránico gobierno chino tenga
la capacidad de ocultar millones de infectados y muertos, el resto del mundo no
la tiene.
En Panamá, según
entiendo, esto son los hechos: en febrero el virus entró a la nación y comenzó
a difundirse (carnavales de por medio). El profesor Norato González muere el
domingo 8 de marzo. El lunes 9 de marzo el gobierno anuncia que el primer caso
detectado era una panameña viajante proveniente de España. La crisis estalla el
martes 10 de marzo. Entre el miércoles 11 y el jueves 12 de marzo la población
se lanza histérica a comprar alcohol, gel alcoholado, cloro y otros implementos
de limpieza. Jabón de baño, no. El viernes 13 de marzo de 2020 las autoridades
explican cómo fue la infección del docente fallecido: el 14 de febrero un
profesor que viajó por Europa fue a darle el pésame al profesor Norato (por el
fallecimiento de su madre), al lunes siguiente este docente viajero se sumó a
la semana de organización del colegio Beckman, asistiendo el viernes 21 de
febrero al consejo de profesores. Los tiempos de infección, incubación y
enfermedad cuadran. Lo que no cuadra y provoca malestar es la forma confusa con
la que inicialmente se manejaron las primeras informaciones.
¿Es posible que el
gobierno y sus autoridades hayan ocultado información? Sí es posible. ¿Por mala
fe? Por negligencia. En Panamá vamos por la vida totalmente convencidos de que
Dios es panameño y de que nada desastroso puede ocurrirnos. Vemos las señales
de peligro y nos decimos: no pasa nada. A eso sumémosles, la ignorancia de los
protocolos que había que seguir en este caso y la modalidad carnaval que había
en la mente de los funcionarios tanto de migración como de salud. El 30 de
enero regresé al país proveniente de Nicaragua, vi a muchos funcionarios con
mascarillas tapabocas, pero a nadie tomando temperaturas, cosa que sí me
hicieron cuando llegué a Nicaragua proveniente de Guatemala.
¿Es posible que el
profesor viajante sintiera síntomas de resfriado y que guardara silencio? Sí es
posible. ¿Por mala fe? Porque no hizo la relación síntomas y gira por Europa.
La misma que no hicieron las autoridades migratorias que lo reciberon. A eso
hay que añadir que los panameños sufrimos del síndrome de Súperman: eso no es
conmigo y a mí nada me va a pasar.
¿Es posible que Panamá
enfrente esta crisis y salga exitosa de ella? Sí es posible. ¿Por puro milagro?
Porque estamos asustados. Adiós modalidad carnaval, bienvenido pánico. Ahora
estamos sintonizados con lo que ocurre en el país y en el mundo. Ahora estamos
exagerando las medidas higiénicas y estamos dispuestos a hacer lo que tengamos
que hacer para no ser contagiados. En Panamá aprendemos a la mala. La lenta
propagación del coronavirus en nuestro territorio prueba que suspender las
clases, los eventos religiosos, los deportivos y los festivos; el llamado a
trabajar desde casa y otras medidas similares funcionan.
El virus fallece a
altas temperaturas y estos últimos días más soleados no han podido ser. Somos
una población mestiza y joven, nuestra diversidad genética y juventud podrían
jugar a nuestro favor. Pero también somos idiotas, estamos en cuarentena, no en
vacaciones; las filas de autos rumbo al interior son largas. ¿Estamos
contribuyendo a que una supuesta enfermedad capitalina se convierta en una definitiva
enfermedad nacional? Por supuesto que sí. Si nuestros abuelitos comienzan a
fallecer, no culpemos al gobierno; nosotros los asesinamos.
Frente al Covid-19 la
indisciplina es mortal, sólo así logro explicarme el caso italiano. Lavarme las
manos, no tocarme la cara, ejercicios respiratorios y ajustar mi estilo de vida
a patrones saludables con férrea severidad y sin excusas. Porque las excusas también
son mortales.
Lástima que tuvimos que
acudir al miedo para tomar estas medidas tan necesarias, lástima que tengamos
que mantenernos miedosos a punta de teorías de la conspiración, paranoia y argumentos
pseudocientíficos para cuidarnos. La pandemia es de pánico, la pandemia es de
estupidez, y todo para no cuestionar nuestra cultura suicida.
Lamentablemente, en
estos días del Covid-19, además de los hombres y mujeres que han perdido la
vida, las grandes víctimas son la serenidad y la razón.
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