LA CIUDAD DE LOS ODIOS Y LOS AMORES
“Cada uno es
hijo de sus obras, no de sus apellidos.”
Miguel de
Cervantes Saavedra
¿Qué es la
ciudad? ¿Un espacio físico? ¿Una forma de relacionarnos? ¿De convivir? Y si es
una forma de convivir, ¿la ciudad de Panamá nos detesta o nos tiene cariño?
A veces pienso
que esta ciudad mía y nuestra, nos odia. Y no son los altos edificios, ni el
asfalto de sus múltiples avenidas atascadas y llenas de baches. Es la forma en
que nos tratamos. A veces pienso que esta ciudad no es más que el espacio que
habitan nuestros resentimientos.
Llegué a esta
conclusión en el mes de enero pasado. Yo estaba fuera del país, pero me
contaron que durante la Jornada Mundial de la Juventud la ciudad de Panamá
estaba irreconocible, era otra, era la ciudad amable de los alegres istmeños.
Las autoridades
cumplían sus funciones a tiempo y de buena gana, y los ciudadanos, sí, los
ciudadanos abandonaron, por unos cuantos días, ese afán por agredirse. Las
ganas de quedar bien frente al mundo pesaron tanto, que la ciudad fue esa
ciudad que toda persona sana desea habitar por el resto de su vida.
Este próximo agosto se conmemoran los 500 años de
fundación de esta nuestra querida ciudad. Habrá funciones de gala, eventos con
invitados internacionales, desfiles fastuosos y mucho más. No dudo que la
ciudad brillará a todo fulgor, pero sigue allí la inquietud: ¿y después de la fiesta
la ciudad de Panamá volverá a ser la el hábitat de nuestros rencores o el
festejo será el punto de inicio de una nueva forma de tratarnos? Somos
excepcionales, culturalmente hablando, vivimos en la única ciudad caribeña en
las costas del océano Pacífico, somos divertidos y bulliciosos, ¿tendremos la
suficiente entereza para después de la fiesta construir cada día buenas razones
para seguir felices?