domingo, 31 de julio de 2016

CHISTE COMO ARMA DE RESISTENCIA AL PODER

Todo es tabú hasta que el temeroso pierde su miedo. No lo olvides.”
Emiliano Pardo-Tristán
Según Freud, de nuevo, el humor es la negación de la realidad y, por tanto, su superación. Al rechazar la realidad, se le quita poder. La persona con buen humor es un rebelde que no acepta los dictámenes de la lóbrega realidad.
En nuestra sociedad patriarcalmente machista reírse en la cara de alguien es un grave insulto. Me imagino el caos que debe ocurrir en la mente de un agresor cuando su víctima, en lugar de pedir clemencia se ríe desafiante. No me extrañaría que el bravucón se llenase de miedo, miedo que disfrazaría de violencia, pero que aún así seguiría siendo miedo.  
Los incapaces de reír necesitan de las investiduras, sin ellas se sentirían desnudos, sin poder alguno, ridículos; por eso están tan prestos a reprimir a quienes ríen libremente, y con más fuerza a los que son capaces de convertir en chiste el tonto hecho de que sin el título por delante ellos, los incapaces de reír y contagiar con su risa, son hombres o mujeres…¡Impotentes!
Porque el que no valora la risa es un impotente, no tiene el poder de construir algo tan simple como una sonrisa. Bueno, ni tan simple, porque para construir una sonrisa se necesita dar razones para ella. Y eso no se logra repitiendo una y otra vez: ¡Soy el magíster Fulano de Tal!
Quien no es capaz de reírse de él o ella misma, vive con el miedo de que lo descubran. De que a lo mejor es un fraude. De  que no tiene el talento para llenar de significado su título de magíster, por ejemplo.

Quien tiene la capacidad de reírse de sí  mismo y, además, de armar un chiste que, a pesar de la carcajada, deje claro que se está cometiendo una injusticia, vive sin miedo, es decir, libre.