"Los
hombres son tan simples y unidos a la necesidad, que siempre el que quiera
engañar encontrará quien le permita ser engañado."
Nicolás Maquiavelo
Las rutas
interoceánicas de Nicaragua y Panamá tienen puntos históricos en común. Hitos de
confrontación, pareciera. En realidad, siempre han sido los intereses de las
potencias de turno los causantes de tales oposiciones. El capital internacional
nunca ha dudado en hacer uso del chantaje y el soborno para así hacer caer a
ambas naciones en la tentación de ofrecer por migajas sus virtudes geográficas.
Tampoco le ha temblado la mano al hacer uso de la fuerza.
Así lo deja claro el bardo nicaragüense Rubén
Darío al denunciar en la crónica La República de Panamá de 1913 a los Estados
Unidos de América por fortificar y declararse soberano en el canal de Panamá. El
siglo 20 fue la centuria militarizada del territorio aledaño al canal por parte
de la nación campeona, supuestamente, de la democracia. Desde las bases
militares estadounidenses en territorio panameño se manchó de luto y dolor al
resto de Latinoamérica. Por cierto, luego del atentado realizado por Rigoberto
López Pérez, en el hospital militar de la llamada zona del canal murió el
dictador Anastasio Somoza García.
Otro por cierto,
la mencionada crónica bien podría usarla el actual gobierno panameño como parte
de una campaña de promoción de su gestión gubernativa. Tan pronto deja clara su
acusación contra el militarismo del imperio norteño, brinda flores y elogios al
estado panameño y a sus dirigentes por los logros alcanzados en el progreso y
desarrollo nacional.
También menciona
el éxito sanitario que representó la eliminación de la endémica fiebre
amarilla, batalla ganada por los estadounidenses en las ciénagas que rodeaban
la ciudad de Panamá. La más joven de las repúblicas centroamericanas fue
durante el primer tercio del siglo pasado una especie de protectorado donde
eran los angloamericanos quienes prestaban servicios tan básicos como la
recolección de la basura.
No es de
extrañar, entonces, que el bardo nica afirmase, cuando aún no había finalizado
la construcción del canal, que en suelo istmeño había crecido la población
bilingüe y la gringofilia. La Panamá ocupada por las bases militares gringas es
tan yanki como la Nicaragua asolada por Walker. Y a pesar de ello, el
bilingüismo en Panamá y Nicaragua es fruto maravilloso de la fuerte influencia
afroantillana y no hijo bastardo de las muchas invasiones de los marines.
La crónica El Fin de Nicaragua (1912) comienza
describiendo la nefasta incursión de William Walker en tierras nicaragüenses. Mientras el filibustero asolaba Nicaragua, en Panamá el
ranger y asesino de indios Randolph Runnels
imponía el orden, el orden de los blancos sobre todos los otros colores. La
irrupción en Centroamérica de ambos personajes fue consecuencia de la fiebre
del oro californiana, evento que conmocionó la historia de las ambas naciones.
En el siglo 19
en Panamá existía la llamada la Franja Yanki, de diez millas de ancho y 40
millas de mar a mar en línea recta, franja que en el siguiente siglo sería la
Zona del Canal, la ignominiosa colonia estadounidense en territorio panameño
que fue causa de tanta desgracia. Por dicha franja se atravesaba el istmo a
través del Camino de Cruces y del río Chagres y con el auge del oro, se
construyó el Ferrocarril Interoceánico de Panamá. Para garantizar los intereses
de dicha empresa Randolph Runnels fue contratado
por la Howland and Aspinwall Company.
Randolph asumió con excesivo entusiasmo la tarea de
liberar de salteadores de caminos a la
futura ruta ferroviaria. Realizó por lo menos dos masacres de supuestos
forajidos, una de 37 y la otra de 41 ejecutados. Además, se encargó de reprimir el descontento de los trabajadores
que construían el ferrocarril. Randolph
estaba convencido que así consumaba una profecía donde él fungía como el ángel
exterminador cumplidor de un mandato divino. Con igual inspiración William
Walker acometió cuatro expediciones en territorio nicaragüense, cuatro incursiones
de sangre y saqueo. Walker y Runnels, dos
asesinos con ínfulas mesiánicas que en nombre de nuestra redención nos
trajeron el infierno.
Randolph Runnels
murió en Nicaragua, después de haber servido como Cónsul de los EE.UU. en ese
país. Sus restos descansan en el cementerio municipal de la ciudad de Rivas, en
el sur de Nicaragua. Ciudad donde se libraron dos batallas contra Willian
Walker.
Darío habla con
enojo del clamor servil que pide desde la intervención yanki en asuntos
internos, hasta la solicitud de ser anexionados a la unión anglo americana. En
diciembre de 1989 fui testigo de este repugnante comportamiento. Mientras las
tropas yankis invasoras llenaban las fosas comunes con panameños ejecutados,
otros panameños las aplaudían y hasta
les compraban cervezas bien frías. Hay un dato paradójicamente curioso: en 1925
el presidente de Panamá Rodolfo Chiari pidió la intervención de las fuerzas
armadas estadounidenses para aplacar un movimiento popular en contra de los
dueños de casas de arrendamiento; y en 1964, su hijo, el presidente Roberto
Chiari, durante los sangrientos eventos del 9 de enero rompió relaciones
diplomáticas con los Estados Unidos. Fue el primer latinoamericano en hacerlo.
Estas palabras
del poeta niño me llaman mucho la atención: Mas, de hecho, el imperio norteamericano se extendía sobre el
territorio nicaragüense, y la pérdida implícita de la soberanía era una triste
realidad aunque no hubiese ninguna clara declaración al respecto. Para el
mismo tiempo, sea por la fuerza o por la firma de un tratado, para Nicaragua y
Panamá no hubo diferencia, nos convertimos en repúblicas bananeras
permanentemente intervenidas. Meros cuadrantes del patio trasero de los Estados
Unidos de América.
Dice Rubén en la
crónica La Cuestión de los Canales (1902): La
vieja cuestión del canal interoceánico se renueva de tiempo en tiempo. Hoy
en día es un tema vigente y podría llegar a ser candente. No tanto por un enfrentamiento
comercial entre Nicaragua y Panamá, sino por las afectaciones que dichas
empresas, dependientes del comercio mundial, tengan sobre sus pueblos.
El canal de
Panamá y el proyecto de construcción nicaragüense son empresas que responden a
los intereses del capital internacional. Y esto de capital internacional hay
que contextualizarlo, porque en más de una ocasión termina siendo un mero
eufemismo. De los cinco multimillonarios más grandes del planeta, cinco son
estadounidenses. De los diez, ocho. El 34% de las transnacionales del planeta
son estadounidenses. Y eso que sólo estamos hablando de las empresas legales.
Los intereses
capitalistas unieron y unen en el dolor las historias de Nicaragua y Panamá. Y
sigue siendo así. Por esta razón quiero terminar con las palabras con las que
Rubén Darío cierra esta crónica, palabras que aún, a pesar de algunos
soñadores, tienen vigencia: Por Panamá o
por Nicaragua, o por ambas partes, ellos buscan que América sea para los
americanos. O para la humanidad que habla inglés.