domingo, 27 de octubre de 2013

ASÍ HABLÓ JERICÓ

La luz que vio Jericó

“Los esclavos ya tienen que ser libres para alcanzar su liberación.”
Herbert Marcuse                                                  
Estas fueron las palabras de Jericó, así habló después de que las escamas cayeran de sus ojos, luego de encontrarse con la luz, después de recibir la vista como regalo y de no arrepentirse de haber recibido dicha dádiva. Así habló ese ser humano llamado Jericó.
Ya no soy el que soy el que fui, aún no soy el que seré, sólo soy el que soy y lo soy con entusiasmo. Y soy eterno, mi entusiasmo entusiasma este instante que estoy viviendo.
Y de mi vida entusiasmada aprendí que para quien no espera, todo es ganancia; para quien no recuerda, todo es nuevo y quien no desea, ni espera ni recuerda y está forzado o a vivir con entusiasmo o a perecer por inanición existencial.
Y de mi vida entusiasmada aprendí que buena es la esperanza, pero no lo es esperar algo que dependa del entusiasmo ajeno. Buena es la memoria, pero no lo es recordar algo que despierte deseos que dependen del entusiasmo ajeno. Bueno, muy bueno es vivir dependiendo únicamente del propio entusiasmo.
Y de mi vida entusiasmada aprendí que mi fervor es gratuito y que por él no tengo que pagar con excusas a quienes se asustan en su presencia, ni debo sacrificarlo en el ara de los deseos de aquellos a quienes no les importa mi vida y que tampoco me importa que opinen. Mi ánimo es mi ganancia, mi sorpresa, mi salud existencial.

Así habló ese ser humano llamado Jericó el día que las escamas cayeron de sus ojos.

domingo, 13 de octubre de 2013

LA ANMITOLOGÍA

Mareados

“¿Quieres asustar al mundo? No tengas miedo…”
Calle 13
El más odioso escollo de la felicidad humana es la explotación y opresión de los pueblos. Pero mientras los expoliados sean cómplices de su propio saqueo, no podrán zafarse de los abusadores. Ellos tienen la obligación de librarse de las ideologías que los paralizan, que los mantienen idolatrando a quienes los saquean, sumergidos en la incoherencia personal.
Las cadenas mentales son mucho más fuertes y duraderas que las metálicas. Ellas son las responsables de la colaboración de los individuos en su propia esclavitud. Los esclavos, en el fondo de su ser, están convencidos de que sus amos son ídolos omnipotentes. ¿Qué hacer? Romper las cadenas anuladoras de la individualidad. ¿Cómo? Abandonando los mitos que nos hacen creer que los amos tienen derechos sobre nuestro destino.
La anmitología es una filosofía de vida que busca comprender, para luego rechazar, los mitos que sostienen el poder de los ídolos. El esclavo que, por medio de la introspección, hace conciencia de sus ídolos internos, ya está en camino de la liberación. El esclavo que, por medio de la observación, descubre los ritos por el cual lo someten, ya está en camino de la liberación. El esclavo que entiende que este es un proceso permanente, ya está liberado.

Todos los días somos víctimas de los ídolos. Todos los días tenemos que desligarnos de ellos. La anmitología permite entender que un ídolo es todo aquello, sea persona, animal o planta; cosa mueble o inmueble, discurso o credo a quien el individuo le otorga poder para no ser cien por ciento responsable de su propia existencia. La anmitología me permite entender que los mitos sólo son  mitos y que los únicos mitos válidos son los que yo sé que son mitos. 

sábado, 5 de octubre de 2013

EL TORTUOSO CAMINO HACIA LA IDOLATRÍA

Ofrenda
"Nadie cambia si no siente la necesidad de hacerlo."
Henry Ford                   
La idolatría consiste en entregar a un ídolo el poder de decisión personal. Así el individuo se desresponsabiliza de su vida y se somete a los dictados del ídolo. Paradójicamente, no cumple con su propia vida, pero sí con el culto al ídolo.
La raíz de toda idolatría es el miedo al desamparo y el interés de bienestar. Es antinatural  buscar vivir mal. El problema es que tarde o temprano el miedo original al desabrigo se convierte en pánico a quedar excluido de la manada y el deseo de dicha se convierte en ansía de hegemonía. Tarde o temprano el idólatra quiere convertirse en ídolo.
La idolatría siempre es una falsedad. Puede ser que el idólatra esté equivocado sobre las bondades del ídolo; por ejemplo, una persona enamorada concluye erradamente que el sujeto de su enamoramiento es perfecto y llega a esa conclusión por no ver al tal sujeto tal cual es. Puede ser que el ídolo le mienta al idólatra, siguiendo el mismo ejemplo, sería cuando al enamorado el sujeto de su enamoramiento le engaña descaradamente. Y el peor de todos los casos es aquel donde el idólatra reniega de toda evidencia y  se adhiere sin condiciones al ídolo. El enamorado, una y otra vez, observa las flaquezas del sujeto de su enamoramiento, escucha sus mentiras, sabe que son mentiras y aún así prefiere mantener la situación; ¿y por qué? Porque así podrá culpar de su desdicha al sujeto de su enamoramiento y librarse de toda responsabilidad al respecto.

Y es que ese es el quid del asunto: la responsabilidad. Y ella asusta gracias a los fiscales de hierro a quienes les encanta buscar las faltas, no para corregirlas, sino para condenar y escarmentar a alguien. Todo sería diferente, si en vez de preguntar de quién es la culpa, con la ulterior reacción en cadena de gente lavándose las manos, se preguntara quién tiene la solución.