La luz que vio Jericó
“Los esclavos ya tienen que ser libres para alcanzar su liberación.”
Herbert Marcuse
Estas fueron las
palabras de Jericó, así habló después de que las escamas cayeran de sus ojos,
luego de encontrarse con la luz, después de recibir la vista como regalo y de
no arrepentirse de haber recibido dicha dádiva. Así habló ese ser humano
llamado Jericó.
Ya no soy el que
soy el que fui, aún no soy el que seré, sólo soy el que soy y lo soy con
entusiasmo. Y soy eterno, mi entusiasmo entusiasma este instante que estoy
viviendo.
Y de mi vida
entusiasmada aprendí que para quien no espera, todo es ganancia; para quien no
recuerda, todo es nuevo y quien no desea, ni espera ni recuerda y está forzado
o a vivir con entusiasmo o a perecer por inanición existencial.
Y de mi vida
entusiasmada aprendí que buena es la esperanza, pero no lo es esperar algo que
dependa del entusiasmo ajeno. Buena es la memoria, pero no lo es recordar algo
que despierte deseos que dependen del entusiasmo ajeno. Bueno, muy bueno es
vivir dependiendo únicamente del propio entusiasmo.
Y de mi vida
entusiasmada aprendí que mi fervor es gratuito y que por él no tengo que pagar
con excusas a quienes se asustan en su presencia, ni debo sacrificarlo en el
ara de los deseos de aquellos a quienes no les importa mi vida y que tampoco me
importa que opinen. Mi ánimo es mi ganancia, mi sorpresa, mi salud existencial.
Así habló ese
ser humano llamado Jericó el día que las escamas cayeron de sus ojos.