”Y este tipo de conversación es diferente al
evangelizar, porque una parte no trata de convertir a la otra.”
Kwame
Anthony Appiah
Lo confieso: gracias a mi boca me he metido en cada lío. Tantos, que me
veo obligado a detenerme, reflexionar el asunto y comprometerme con un nuevo
comportamiento. La pasión no ha sido una buena consejera. Por lo menos, no siempre
lo ha sido conmigo.
Pues sí, luego de hacer un alto para pensar, pero sobre todo, para
observar mis emociones, elaboré unos puntos que espero me funcionen. Antes de
abrir la boca, debo preguntarme:
¿Cuál es mi estado de ánimo? ¿Estoy exaltado o sereno? Hablar exaltado no
es la mejor de las ideas, aunque se tengan muy buenas intenciones. Es mejor
aguardar unos minutos. ¡Qué sabio es aquello de contar hasta diez!
¿Conozco los hechos? ¿Mis evidencias son contundentes o circunstanciales?
¿De primera o quinta mano? La ignorancia es la madre del chisme y éste, además
de cargar toneladas de sucio morbo, es una arrogante demostración de
mediocridad.
¿Alguien me ha pedido mi
participación en el asunto? ¿Es de mi incumbencia? ¿Hasta donde me incumbe?
¿Hasta esbozar los hechos? ¿Hacer una pregunta? ¿Hasta sentenciar y tomar partido?
¿O mejor guardo silencio? Nada como un metiche, para crear problemas.
¿Si rompo el silencio quién gana? ¿Qué
vida se embellece? ¿Quién recibe respeto? ¿Qué causa se defiende? ¿Qué
situación se denuncia? Si no es útil, la experiencia me ha demostrado, es mejor
no romper el silencio. Lo contrario, sólo es correr tras ese espejismo llamado ego.
1 comentario:
Amigo y hermano, me tomo la licencia de opinar sobre tus palabras, concluyo que estan llenas de secilla pero vital sabiduría, gracias por compartirlas...,
Ancel
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