La rara
“Un hombre libre es más puro que el diamante.”
Manuel Scorza
Al raro no le importan la riqueza y
el poder tanto como la libertad de pensar y sentir, de tomar la actitud que le
plazca. Al raro no le importan la fama y el prestigio tanto como el ser
creativo y tener una obra que de la cara por él, es más, lo irrita la gente que
lo halaga sin conocer sus ejecutorias. Al raro no le importan el ser comprendido
y amado, le importa más ser él mismo; al fin y al cabo, asume su condición de
raro.
Al raro, al verdadero raro, al raro
convencido, al raro que ya es un raro sabio, no le importa el rechazo de los
normales. Pero, para llegar a ese estado de serenidad, pagó el precio. El
rechazo le dolió, aún tiene las cicatrices en el alma. Porque lo más normal de
los normales es la crueldad. Un deporte normal es el normal hostigamiento a los
raros. Así que si un raro sabio declara que le importan muy poco los normales y
sus condenas, es porque ese raro sabio ya los enfrentó y sobrevivió a sus
ataques.
Los normales dicen que el raro sabio
es un arrogante, es que para ellos todo raro que deja de escucharlos, que deja
de sufrir con sus palabras, es un arrogante.
¿Cuándo comenzó la persecución?
¿Cuándo a los normales se les hizo insoportable la presencia de los raros? Y lo
peor. ¿Cuándo a los normales se les hizo insoportable la ausencia de los raros?
Todo raro que deja de escucharlos es un ausente.
Sería terrible concluir que para ser
normal, hay que cubrir una cuota de acoso a los raros. Pero, ¿no es eso lo que
indican las evidencias? Sería terrible concluir que para ser normal, hay que
impedir que los raros se alejen del dolor. Pero, ¿no es eso lo que indican las
evidencias?