Osho
¿Luchar? ¿Para qué? ¿Para seguir cosechando frustraciones? Total, es probable que, gracias al calentamiento global, a nuestra actual civilización humana no le quede mucho tiempo. Repito, ¿para qué afanarse tanto? ¿No es más cómodo rendirse? Claro que lo es. Es muy fatigoso confrontar a la propia abulia, a los enemigos del entusiasmo y a los propagadores de miserias. Entonces, ¿para qué batallar? ¿Es que aún se podrán escuchar buenas noticias?
A pesar de lo fácil que resulta ser apático, hay quienes insisten en traernos la esperanza. Son los tercos imprescindibles. Mucho habremos escuchado sobre las cualidades del espíritu humano, de sus triunfos a lo largo de la historia, sus virtudes imperecederas. El enfrentar las vicisitudes, luego desarrollar estrategias para superarlas y vencer los trances, son los atributos esenciales del impulso que mueve a la humanidad. Y esos tercos a los que me refiero, son los cántaros que llenos de espíritu humano caminan entre nosotros.
Ellos nos instruyen sobre como cuidar nuestras perlas. ¿Y qué tesoros son aquellos? El amor, la libertad, la justicia, la verdad, la paz y el autoconocimiento. Para vigilar esas joyas, ellos aprendieron a no rendirse. Entendieron que de eso se trata la vida, de esforzarse por aquello que de verdad es importante. Son disidentes empedernidos, nunca cómplices de la vida inútil y repleta de impotencias.
¿Quién espera buenas noticias? Todo aquel que los escuché, puede esperar escuchar buenas noticias. Ellos son los héroes en estos tiempos del calor. Algunos estudiaron, otros no; algunos tienen trabajos, otros son desempleados. Son jóvenes, viejos, mujeres; pertenecen a minorías étnicas, pero también a las mayorías. Alegrémonos pues, aún existen personas que creen que por la vida, vale la pena pelear. O como dice Éricka: Seguir nadando por el infortunio.