“En Panamá hay muchos partidistas, no son personas que pertenecen a un partido político, son gentes que andan buscando partir el pastel y llevarse su parte.”
Wendy A. Robinson O.
El próximo 3 de mayo tendré la oportunidad de ejercer mi derecho al voto por sexta vez. Pero la verdad es que no estoy seguro que lo haga. ¿Por qué? Porque me siento como aquel que lee el menú desagradable de un desastroso restaurante.
Si yo fuese neo-liberal aceptaría que la gestión del actual gobierno ha sido buena. No lo soy. No me parece buena gestión el dar B/. 50.00 para alentar a las familias a cumplir con su deber con sus infantes. ¿O es qué la patria potestad de los niños y niñas favorecidos pertenece al estado? Además, la beneficencia, porque de beneficencia estamos hablando, no toca ni altera las raíces de la pobreza. Allí van a estar esperando a los pobres cuando el gobierno decida que ya no hay plata para regalarles. Por cierto, la canasta básica familiar está muy por encima de los B/. 50.00. La candidata oficialista lo primero que hizo al ganar las primarias fue afirmar que el plan económico se mantiene. Dicho plan es neo liberal, yo no. ¡Ah! El neo liberalismo es el responsable de la actual crisis mundial.
Sí soy bastante realista. Y a esta altura de mi vida sé que mientras que Panamá sea gobernada por políticos electoreros y no por estadistas, toda campaña política se va a caracterizar por prometer todo aquello que el electorado quiere escuchar y que de antemano se sabe que no se va a cumplir. ¿Acaso el candidato líder de la oposición, entre sus muchas promesas, se ha comprometido con acabar con los monopolios solapados que tienen las cadenas de supermercados y los molineros? Muchos temen que la candidata oficialista se convierta en una versión panameña y femenina de Hugo Chávez, yo temo que el candidato de la oposición se convierta en Alberto Fujimori. Siento que la mentalidad conservadora y de pensamiento único ha ido en dramático asenso y que eso es extremadamente peligroso, más si el gobierno aúpa la cacería de brujas para disimular su incapacidad de poder cumplir con todas las promesas hechas. Sólo falta que Martinelli prometa tres martes de carnaval al año. Además, el que él se haya declarado loco y que sus seguidores lo imitaran, ¿no es una licencia para vivir irresponsablemente bajo el paraguas de la impunidad de la locura?
¿Qué hacer? ¿Ejercer mi derecho? ¿Mi derecho a qué? ¿A elegir al menos malo? Eso no me es suficiente. ¿Qué hacer? ¿Voto en blanco o anulado? ¿La abstención de quedarse en casa? Quien sustituya a Martín Torrijos en el Palacio de Las Garzas no tiene que cumplir con ningún porcentaje mínimo de votos. ¿Qué hacer? La verdad es que no sé. Lo que sí sé es que lo que no hemos remediado en los últimos 20 años, los del supuesto regreso de la democracia, no lo vamos a remediar en un día. Creo que el derecho que voy a ejercer es mi derecho a preguntar. ¡Ser democráticos o no serlo, he allí el dilema! ¿O será otro?
Wendy A. Robinson O.
El próximo 3 de mayo tendré la oportunidad de ejercer mi derecho al voto por sexta vez. Pero la verdad es que no estoy seguro que lo haga. ¿Por qué? Porque me siento como aquel que lee el menú desagradable de un desastroso restaurante.
Si yo fuese neo-liberal aceptaría que la gestión del actual gobierno ha sido buena. No lo soy. No me parece buena gestión el dar B/. 50.00 para alentar a las familias a cumplir con su deber con sus infantes. ¿O es qué la patria potestad de los niños y niñas favorecidos pertenece al estado? Además, la beneficencia, porque de beneficencia estamos hablando, no toca ni altera las raíces de la pobreza. Allí van a estar esperando a los pobres cuando el gobierno decida que ya no hay plata para regalarles. Por cierto, la canasta básica familiar está muy por encima de los B/. 50.00. La candidata oficialista lo primero que hizo al ganar las primarias fue afirmar que el plan económico se mantiene. Dicho plan es neo liberal, yo no. ¡Ah! El neo liberalismo es el responsable de la actual crisis mundial.
Sí soy bastante realista. Y a esta altura de mi vida sé que mientras que Panamá sea gobernada por políticos electoreros y no por estadistas, toda campaña política se va a caracterizar por prometer todo aquello que el electorado quiere escuchar y que de antemano se sabe que no se va a cumplir. ¿Acaso el candidato líder de la oposición, entre sus muchas promesas, se ha comprometido con acabar con los monopolios solapados que tienen las cadenas de supermercados y los molineros? Muchos temen que la candidata oficialista se convierta en una versión panameña y femenina de Hugo Chávez, yo temo que el candidato de la oposición se convierta en Alberto Fujimori. Siento que la mentalidad conservadora y de pensamiento único ha ido en dramático asenso y que eso es extremadamente peligroso, más si el gobierno aúpa la cacería de brujas para disimular su incapacidad de poder cumplir con todas las promesas hechas. Sólo falta que Martinelli prometa tres martes de carnaval al año. Además, el que él se haya declarado loco y que sus seguidores lo imitaran, ¿no es una licencia para vivir irresponsablemente bajo el paraguas de la impunidad de la locura?
¿Qué hacer? ¿Ejercer mi derecho? ¿Mi derecho a qué? ¿A elegir al menos malo? Eso no me es suficiente. ¿Qué hacer? ¿Voto en blanco o anulado? ¿La abstención de quedarse en casa? Quien sustituya a Martín Torrijos en el Palacio de Las Garzas no tiene que cumplir con ningún porcentaje mínimo de votos. ¿Qué hacer? La verdad es que no sé. Lo que sí sé es que lo que no hemos remediado en los últimos 20 años, los del supuesto regreso de la democracia, no lo vamos a remediar en un día. Creo que el derecho que voy a ejercer es mi derecho a preguntar. ¡Ser democráticos o no serlo, he allí el dilema! ¿O será otro?