“Pero…¿Y para qué llorar? / ¿Podrá una lágrima cambiarnos? / Vamos / Lágrima de mis lágrimas / Conviértete en acero.”
Rafael Góchez Sosa
No se trata de una meritocracia. La muerte no se lleva a quien se lo merece, sino a aquel con quien se tropieza. Pero dejemos aparte a la filosofía. La muerte violenta que azota nuestra patria camina de la mano con el crimen organizado y sus estamentos: capos gatilleros, banqueros lava dinero y políticos corruptos. Ellos nos tienen sumergidos en el terror y lo pueden hacer porque nosotros, sí, nosotros, hemos propiciado las condiciones necesarias para que así sea. Somos el caldo de cultivo que alimenta a la violencia.
¿Qué no lo somos? ¿Qué nos vale más: el dinero o la amistad? ¿A quién aplaudimos: al que tiene un carro de lujo o al que sabe ser solidario? ¿Hasta dónde somos capaces de llegar por aparentar prestigio y riqueza? Cada vez son más los dispuestos y las dispuestas (porque la cosa no tiene exclusividad de género) a usar un fúsil de asalto con tal de tener plata rápidamente en el bolsillo. Porque de eso se trata, de dinero sin trabajo ni sacrificio. Hablando de fusiles, ¿cuántos panameños y panameñas tomaron las armas para defender a la patria el 20 de diciembre de 1989? ¿Cuántos la tomarían ahora? Es muy cómodo y fácil aterrorizar con una AK-47 a una persona desarmada.
La violencia callejera en Panamá es primeramente responsabilidad de nosotros los panameños. Esta patria es nuestra, no de los extranjeros. Sin embargo, tantos años de venderla por pedazos tienen consecuencias. Más cuando se vende sin que importe un pepino la procedencia del capital con que se paga. ¡Y quien hace negocios con el diablo, hediondo a azufre queda!
Hablar de los sicarios colombianos que delinquen en el territorio panameño, sin mencionar a los funcionarios que reciben sustanciosas coimas por permitirles sus oportunas entradas y salidas de este terruño es simplemente demagógico. Pero raya en burla cuando quien da esa declaración es alguien vinculado a capitales colombianos mal habidos.
Una cultura que antepone los dólares por encima de la gente, tarde o temprano termina matando personas. Ahora todo el mundo pide mano fuerte contra los capos gatilleros. Yo estoy de acuerdo. También pido mano extra-dura contra los banqueros lava dinero y los políticos corruptos. Mientras éstos vivan gozando de los beneficios de la impunidad, la violencia será el pan nuestro de cada día.
Quiero terminar señalando algo muy importante. El 10 de marzo de 2009 el Director del Instituto Nacional de Cultura de la República de Panamá fue asesinado en las calles de la ciudad capital. Quedó atrapado en una balacera producto de un asalto frustrado. Triste. Lamentable. Pero me siento obligado a resaltar la razón por la cual el señor Anel Omar Rodríguez se encontraba en esa fatal calle. Estaba despidiendo a unos amigos cubanos. Estaba cumpliendo con su deber como funcionario público. Amistad. Responsabilidad. Prefiero quedarme con estas palabras. Quien quiera hacer homenaje a la memoria del amigo asesinado, que no las olvide y que las convierta en fundamento de su quehacer cotidiano. Quien es amigo, quien es responsable, no mira para otro lado.