Desde hace algún tiempo he preferido marcharme al trabajo desinformado con tal de no hacerlo amargado. Los noticieros, por lo menos la gran mayoría de los emitidos en las mañanas de mi caribeño Panamá, comienzan el día con una retahíla larga y metódica de asesinatos, violaciones, asaltos y “tumbes” de drogas. Tantos, que de aceptar tal inyección de violencia, llegaría paranoico a mi centro laboral, sospechando de cada sombra, angustiado por el veneno absorbido. Soy profesor en un colegio del estado en la ciudad de Panamá. Tras de que por sí las condiciones educativas promedio de mis estudiantes no son las más favorables, agregarle un ingrediente como mi ofuscamiento sería un insalubre desayuno.
A veces tengo la impresión de que la pantalla chica, las ondas hertzianas o las páginas de un tabloide, hoy día, bien pueden funcionar como las mejores de las ponzoñas de la familia Borgia. ¿Será que no hay buenas noticias que contar?
Por suerte, si las hay. Aunque está noticia no es panameña, estoy seguro que si busco encontraré algunas (en plural) parecidas. El pasado enero participé del VI Simposio Internacional Rubén Darío de la ciudad de León, Nicaragua. Allí fue donde escuché la buena noticia.
La ciudad de León, pese al crudo vaivén del planeta, es una ciudad segura, tanto que para una población superior a los doscientos mil habitantes, sólo hay doscientos policías y que aún así, son suficientes para cumplir a cabalidad sus obligaciones con el orden público.
En esa ciudad pude caminar por las noches (luego de compartir y departir con la poetada leonesa, tal y como comparten y departen los poetas de todas las esquinas del mundo) sin toparme con algún personaje sospechoso. Es más, por lo general no me topé con nadie. El único peligro al que estuve expuesto fue el de pasar varias veces por el frente del hotel y no atinar a que ese era el hotel donde me hospedaba.
¿Y cómo se logrará eso? Dos palabras: mística y organización. ¡Y comprendí un par de cosas importantes!
Comprendí el porque una decena de catedráticos universitarios del primer mundo viajan hasta León: hay un público vehemente y deseoso de escucharlos. Porque para ellos, los leonenses, el poeta Rubén Darío es parte de su mística diaria.
Comprendí que hay una mística que empuja al comité organizador a cumplir con la misión asumida: mantener viva la presencia de Darío y por ende, la identidad nacional nicaragüense. Y esa mística no es la de los ascetas encerrados en sus cavernas. Es la de hombres y mujeres de buena voluntad, organizados para realizar, año tras año, los simposios Darianos y así darle al mundo una noticia, una buena noticia: la poesía aún vive entre nosotros.
Tengo la ligera sospecha de que voy a seguir sin ver los noticieros antes de dirigirme al trabajo, pero estoy convencido de que no todo es asesinato. También hay por allí, místicos organizados cumpliendo con su misión.
A veces tengo la impresión de que la pantalla chica, las ondas hertzianas o las páginas de un tabloide, hoy día, bien pueden funcionar como las mejores de las ponzoñas de la familia Borgia. ¿Será que no hay buenas noticias que contar?
Por suerte, si las hay. Aunque está noticia no es panameña, estoy seguro que si busco encontraré algunas (en plural) parecidas. El pasado enero participé del VI Simposio Internacional Rubén Darío de la ciudad de León, Nicaragua. Allí fue donde escuché la buena noticia.
La ciudad de León, pese al crudo vaivén del planeta, es una ciudad segura, tanto que para una población superior a los doscientos mil habitantes, sólo hay doscientos policías y que aún así, son suficientes para cumplir a cabalidad sus obligaciones con el orden público.
En esa ciudad pude caminar por las noches (luego de compartir y departir con la poetada leonesa, tal y como comparten y departen los poetas de todas las esquinas del mundo) sin toparme con algún personaje sospechoso. Es más, por lo general no me topé con nadie. El único peligro al que estuve expuesto fue el de pasar varias veces por el frente del hotel y no atinar a que ese era el hotel donde me hospedaba.
¿Y cómo se logrará eso? Dos palabras: mística y organización. ¡Y comprendí un par de cosas importantes!
Comprendí el porque una decena de catedráticos universitarios del primer mundo viajan hasta León: hay un público vehemente y deseoso de escucharlos. Porque para ellos, los leonenses, el poeta Rubén Darío es parte de su mística diaria.
Comprendí que hay una mística que empuja al comité organizador a cumplir con la misión asumida: mantener viva la presencia de Darío y por ende, la identidad nacional nicaragüense. Y esa mística no es la de los ascetas encerrados en sus cavernas. Es la de hombres y mujeres de buena voluntad, organizados para realizar, año tras año, los simposios Darianos y así darle al mundo una noticia, una buena noticia: la poesía aún vive entre nosotros.
Tengo la ligera sospecha de que voy a seguir sin ver los noticieros antes de dirigirme al trabajo, pero estoy convencido de que no todo es asesinato. También hay por allí, místicos organizados cumpliendo con su misión.
1 comentario:
Concuerdo con tu nota y apreciación poeta!
El Songo
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