domingo, 30 de marzo de 2008

SEXO Y JUEGA VIVO EN PANAMÁ


Imaginémonos la siguiente escena: Leoncico, el perro de Vasco Nuñez de Balboa, junto con el resto de la jauría, tortura, asesina, despedaza y engulle a un jovencito indígena. Anayansi, observa todo y al sentir sobre sus hombros la mirada del conquistador, dibuja en sus labios una sonrisa. Años más tarde, cuando Pedrarias Davila ordena decapitar al adelantado del mar del sur, también sonríe.
Ahora recordemos. Mucho se habla del cimarronaje, de los negros escapados y alzados en contra del gobierno español. Pero poco se habla de las otras dos categorías mencionadas por los esclavizadores: los bozales y los ladinos. Los primeros, por ser recién llegados, aceptaban todo pasiva y obedientemente. Los segundos, por ya ser veteranos, no se alzaron en armas, pero se buscaron un mecanismo para sobrevivir al poder institucional, trabajar menos y de paso sacarle provecho al asunto.
¿Será que indígenas y negros esclavos, junto a los conquistadores con menos arcabuces se inventaron el juega vivo para poder sobrevivir a un gobierno explotador y poco eficaz para resolver problemas pero muy dispuesto a reprimir a los disidentes? ¿Sobrevivir y de paso sacar provecho del asunto?
¿Será por eso que a pesar de ser tantas las víctimas del juega vivo, éste sobrevive generación tras generación? Es obvio que en una situación de estafa y fraude, el sobornado y el sobornador obtienen réditos de tal acción. Pero, ¿y el estafado? Increíblemente, también. De una forma enfermiza. O quizás ni tan patológica. En un estado de desconfianza hacia las instituciones inoperantes y sólo eficaces a la hora de reprimir, el saberse capaz de burlarlas se convierte en una tabla de salvación.
De acuerdo a esa línea del pensamiento, el juego vivo existe por un acuerdo tácito de las partes de no acudir a las autoridades, pues siempre con ellas hay más probabilidades de salir peor librado.
Ligando esta idea a la vida sexual del panameño, cabe preguntarse entonces: ¿Será que hay instituciones inmiscuidas en las prácticas sexuales panameñas que son inoperantes y siempre están listas para reprimir? ¿No será el machismo una de ellas?
Si es así, la infidelidad masculina no es juega vivo, sino un ejercicio práctico del poder de los machos. ¿Será entonces la infidelidad femenina el subterfugio utilizado por la mujer para sobrevivir al patriarcado inoperante y siempre listo a reprimirla, y que a su vez le sirve para sacar provecho de la situación? ¿Será su juega vivo? ¿Ocurrirá lo mismo con los homosexuales?
Entonces, ¿no hay remedio para el juega vivo? Si lo hay. Que las instituciones terminen con los dobles discursos. El juega vivo va a continuar, mientras nuestras sociedades sean sociedades enfermas y dirigidas por enfermos; así que, supongo, hay que darle paso a los sanos. Además, cada individuo tiene la posibilidad de dejar de pensar en el que dirán y decidirse a dejar de jugar vivo y comenzar a jugar limpio. ¿Qué como se hace eso? Pienso que quizá sea comprendiendo que la vida no es para ganar, sino para vivir. No vinimos a esta vida para ganarlas todas, sino para vivirlas todas.
Me gustará terminar con una cita del libertador, que nos recuerda las aritméticas del juega vivo:
“Nunca he visto un puñado de perversos hacer un frente tan victorioso a toda una nación... más pueden veintidós perversos que dos y medio millones de hombres buenos”.
Simón Bolívar

domingo, 23 de marzo de 2008

MÍSTICOS Y ORGANIZADOS


Desde hace algún tiempo he preferido marcharme al trabajo desinformado con tal de no hacerlo amargado. Los noticieros, por lo menos la gran mayoría de los emitidos en las mañanas de mi caribeño Panamá, comienzan el día con una retahíla larga y metódica de asesinatos, violaciones, asaltos y “tumbes” de drogas. Tantos, que de aceptar tal inyección de violencia, llegaría paranoico a mi centro laboral, sospechando de cada sombra, angustiado por el veneno absorbido. Soy profesor en un colegio del estado en la ciudad de Panamá. Tras de que por sí las condiciones educativas promedio de mis estudiantes no son las más favorables, agregarle un ingrediente como mi ofuscamiento sería un insalubre desayuno.
A veces tengo la impresión de que la pantalla chica, las ondas hertzianas o las páginas de un tabloide, hoy día, bien pueden funcionar como las mejores de las ponzoñas de la familia Borgia. ¿Será que no hay buenas noticias que contar?
Por suerte, si las hay. Aunque está noticia no es panameña, estoy seguro que si busco encontraré algunas (en plural) parecidas. El pasado enero participé del VI Simposio Internacional Rubén Darío de la ciudad de León, Nicaragua. Allí fue donde escuché la buena noticia.
La ciudad de León, pese al crudo vaivén del planeta, es una ciudad segura, tanto que para una población superior a los doscientos mil habitantes, sólo hay doscientos policías y que aún así, son suficientes para cumplir a cabalidad sus obligaciones con el orden público.
En esa ciudad pude caminar por las noches (luego de compartir y departir con la poetada leonesa, tal y como comparten y departen los poetas de todas las esquinas del mundo) sin toparme con algún personaje sospechoso. Es más, por lo general no me topé con nadie. El único peligro al que estuve expuesto fue el de pasar varias veces por el frente del hotel y no atinar a que ese era el hotel donde me hospedaba.
¿Y cómo se logrará eso? Dos palabras: mística y organización. ¡Y comprendí un par de cosas importantes!
Comprendí el porque una decena de catedráticos universitarios del primer mundo viajan hasta León: hay un público vehemente y deseoso de escucharlos. Porque para ellos, los leonenses, el poeta Rubén Darío es parte de su mística diaria.
Comprendí que hay una mística que empuja al comité organizador a cumplir con la misión asumida: mantener viva la presencia de Darío y por ende, la identidad nacional nicaragüense. Y esa mística no es la de los ascetas encerrados en sus cavernas. Es la de hombres y mujeres de buena voluntad, organizados para realizar, año tras año, los simposios Darianos y así darle al mundo una noticia, una buena noticia: la poesía aún vive entre nosotros.
Tengo la ligera sospecha de que voy a seguir sin ver los noticieros antes de dirigirme al trabajo, pero estoy convencido de que no todo es asesinato. También hay por allí, místicos organizados cumpliendo con su misión.

martes, 4 de marzo de 2008

DE LA CALIDAD DE LA ENSEÑANZA EN PANAMÁ


Unos datos para reflexionar sobre la educación en Panamá: ¿Sabía usted que, hipotéticamente, un niño puede pasar los seis años de la primaria sin aprender a leer y escribir, sumar y restar, multiplicar y dividir? ¿Cómo? De la siguiente manera: Durante los 24 bimestres que dura esta etapa escolar, fracasa rotundamente en español y matemáticas (no salva ni un solo bimestre), pero saca buenas notas en materias como manualidades, artística, educación para el hogar y educación física. Como la nota de pase se obtiene del promedio de final de todas las calificaciones, puede pasar sin saber leer ni sumar. Saquen el siguiente promedio y verán. Español: 1.0, Matemáticas: 1.0, Manualidades: 4.0, Artística: 4.0, Educación para el Hogar: 4.0, Educación Física: 4.0, Nota Final: 3.0 (el mínimo necesario para pasar al año siguiente y sin demostrar ninguna habilidad en lectura y aritmética básica).
A ello añádale, el pasmoso fenómeno de los padres y madres que cursan la primaria junto con sus hijos e hijas y hasta en lugar de ellos. Padres y madres que directamente y sin ningún disimulo, le hacen las tareas a sus niños y niñas. Claro está, esto sólo puede ser con la complicidad de los maestros; me parece poco creíble que uno observe el grado de rendimiento de un estudiante en el salón y luego no se percate de la superior calidad de una tarea hecha en el hogar. Aunque, una vez leí en un periódico de la localidad que una maestra prefería aceptar los trabajos, que ella bien sabía no eran hechos por el estudiante, para evitar incidentes violentos con las madres y los padres de familia.
Un problema en la estructura de evaluación de la escuela formal y otro en la actitud y práctica de los padres y madres de familia. Y hay tantos otros detalles por ahí sueltos. Simplezas como un aguacero cayendo, a mitad de una clase, en un techo de zinc sin su respectivo aislante, hasta complejidades como el débil liderazgo de los directivos y supervisores en las escuelas. Por favor, no olvidemos la corrupción y el desvío de recursos a los bolsillos de particulares. Y esos recursos eran para solucionar el problema, no para agravarlo. Entonces, ¿calidad o descalidad de la educación en Panamá?

domingo, 2 de marzo de 2008

Premio Internacional de Cuento Hiperbreve


LA SERVILLETA


Una servilleta rayada con un nombre y un número telefónico. Ella en el cuarto de baño. Y mientras orinaba, ella leía y releía lo escrito en el papel por el mejor cliente de la noche anterior. Según aquel tipo, él podría sacarla de la “vida fácil” y llevarla a una vida verdaderamente fácil. Fue muy vehemente al reiterar sus intenciones para con ella. Él estaba ebrio. Ella no. Una servilleta rayada. Ella en el cuarto de baño. Ella y una servilleta arrugada y mojada. Una servilleta que huye en el remolino del inodoro.