RESUMEN DE ALGUNAS REFLEXIONES EXPUESTAS EN EL IV ENCUENTRO DE ESCRITORES CENTROAMERICANOS (SAN JOSÉ, COSTA RICA)
Por: José Córdova y David Robinson
“Cualquiera diría que miento:
que la sangre ya no se usa
para amasar monumentos.”
que la sangre ya no se usa
para amasar monumentos.”
Jorge DeBravo
Para plantearse el tema “Literatura y Centro América” es obligatorio establecer ¿qué es Centroamérica y qué es Literatura?. Y más aún, ¿para qué sirve la literatura en Centroamérica?
Centroamérica es una región ístmica con extensión territorial aproximada de 530.848 kilómetros cuadrados; se extiende desde El istmo de Tehuantepec en México hasta la frontera noroeste de Colombia. Está formada por 7 países. Panamá ingresa al PARLACEN en 1992.
Tradicionalmente se habla de Centroamérica y Panamá. Me pregunto sí en realidad no deberíamos referirnos a la zona como Centroamérica, Panamá y Belice. La pregunta no es gratuita. A pesar de poseer costas en el mar Caribe, la Centroamérica continental parece distanciarse y hasta enemistarse con la cultura caribeña. Y lo panameño es lo caribeño en las costas del Pacífico.
Hay otros factores que incidieron en la no inclusión de Panamá como país centroamericano. La estructura colonial administrativa del virreinato de Nueva Granada nos vinculó a Sur América. Luego, nos unimos a Colombia desde 1821 hasta 1903. Otro hecho notorio es la ausencia de una moneda nacional que nos identifique, se dice que es el Balboa y retamos a cualquiera a enseñarnos uno. Gracias al ferrocarril y al canal, el dólar circula desde 1840. Y por último, los yankees, al herirnos con la brecha del canal, crearon una quinta frontera geográfica y cultural. Al norte con el caribe, al sur con el Pacífico, al este con Colombia, al oeste con Costa Rica y al centro con la cerca de la Canal Zone y las bayonetas del Marine Korps.
Quizá nuestra historia pre-republicana y el hecho de que es el río Chagres y no el San Juan quien alimenta la vía interoceánica, dio pie al nacimiento de la tradicional frase de Centroamérica y Panamá. Tal vez la intervención de Tedy Roosevelt en nuestra separación de Colombia tuve efecto parecido con las repúblicas suramericanas. Puede ser que se cumplió un pernicioso axioma: a mayor confusión, mayor debilidad en la identidad geográfica.
Habiendo hecho estas salvedades o salvajidades, retomemos el tema; todas las repúblicas de Centroamérica tienen un común denominador: la violencia. En forma de exilio, cárcel, desempleo, viviendas inadecuadas, injusticia generalizada o desigualdades socioeconómicas. De aquí que el autor testimonial o de ficción tiene el llamado de escribir, en el género que le sea mas fácil, sobre esa violencia. Así lo han hecho la mayor parte de nuestros íconos literarios.
La violencia tiene raíces profundas en la estructura social de nuestros países. Entonces, no sólo hay que transformar la economía, hay que democratizar el privilegio de la belleza. Producir cultura y no sólo consumirla. Así se transformará el panorama violento de nuestra Centroamérica.
Ahora, veamos que es Literatura: Es el arte de la palabra escrita, y si el que escribe es un escritor centroamericano, debería valorar su obra de acuerdo a la función anti-violencia que tenga para la región.
Tenemos algunos ejemplos. Del Panamá del siglo XX, podemos decir que giró en torno al canal y a la discriminación racial ejercida a través de los infames "Gold Roll" y Silver Roll". El primero fue un modo de trato para los gringos blancos y el otro para blancos, mestizos y negros no estadounidenses. En ese entorno nacen obras como "Gamboa Road Gang", “Curundú Line” y “Luna Verde”, la magnifica trilogía de Joaquín beleño. Enmarcada por los aciagos días del diciembre negro de 1989, otro ejemplo del papel de la literatura frente a la violencia es el poemario de Héctor Collado “En casa de la madre”, ganador en 1990 del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró. Dice uno de sus versos: “Todo el odio del mundo cabe en una bala” y resume muy bien la barbarie de la guerra en general y de la invasión a Panamá en particular.
Pero la valoración anti-violencia a la que nos referimos, no sólo se reduce a la obra escrita. También a las actitudes de vida. Los escritores Juan Antonio Gómez y Enrique Jaramillo Levy dirigieron a un grupo de jóvenes en el taller Umbral. Y es importante mencionar que Gómez y Jaramillo Levy, frente al tema de la invasión, sostuvieron opiniones diametralmente opuestas entre sí; Juan vio en la Operación Causa Justa un acto de guerra deleznable contra un pueblo indefenso y Enrique, la gesta que nos liberó del dictador. La literatura panameña, en un momento histórico fundamental para la nación panameña, estuvo por encima de las diferencias ideológicas y, aunque ellas no tenían nada de gratuito, los escritores panameños se avocaron al desarrollo de proyectos de común interés e hicieron vida las palabras respeto y tolerancia.
Me parece que la literatura ha dado frutos a la sociedad panameña. Algunos, pues. Una vez le escuché al poeta Collado la palabra Patriamenta, según recuerdo fue un vocablo que se inventó su hija. A mí, tal expresión, me suena a aliento refrescado por la menta de la patria, a ritual de versos y cuentos reconstruyendo el hálito herido de Panamá. Y es que soy testigo: vi como pasamos de una ciudad saqueada, a una ciudad con poetas y escritores. Y eso, creo, tiene algún valor.¿Qué para qué sirve escribir en Centroamérica? Para anteponer la creación a la violencia. Al final del siglo XX, no todo fue reestructuración y modernización neo liberal del estado, también fue la cultura y la literatura. ¡Qué así sea en este siglo XXI!