“El compromiso del escritor es para con la poesía misma.”
Alfonso
Kijadurías
En general, en el siglo XX, la
poesía panameña le cantó a la recuperación del canal y a la vida cotidiana,
casi siempre injusta, del habitante del campo y la ciudad. El diciembre de 1989
provocó una fuerte reacción poética. Pese a que hubo políticos, empresarios y
hasta un alto dignatario de la iglesia católica que declararon que la invasión
fue una liberación, el grueso de la literatura inmediatamente posterior a la
funesta fecha renegó de esa tesis. Llama la atención que con la reversión del
canal en 1999 no ocurrió cosa parecida. Parece que en el siglo 21 cada poeta se
convirtió en un mundo.
La poesía dejó de ser negocio para las grandes editoriales mucho antes del actual desarrollo tecnológico. Pero proliferaron los festivales y así la poesía capeo tal temporal. Quizás alguien pueda decir que con la tecnología informática bajó la calidad de los poemas. Los malos poetas ya existían antes de las redes sociales. Piedra, pergamino, papiro, libro o ciberespacio sólo son formatos. La poesía vive gracias al compromiso con la palabra de poetas y lectores. Mientras tal compromiso exista, la poesía no está en peligro.
Vamos para dos siglos de verso libre. ¿Es nuevo o es viejo? El verso libre y el medido son herramientas, así como un bisturí o un machete. ¿Quién corta caña con un bisturí? ¿Quién extirpa un apéndice con un machete? La herramienta no es el arte. Otra cosa es el arte. Y qué es esa otra cosa llamada arte es una pregunta que cada poeta debe contestar.