“Las viejas ideas se acentúan con
Internet, ya que no por ser más tecnológico el mundo es más igualitario.”
Remedios Zafra
Con
el Covid-19, el emperador (el sistema sociopolítico y económico que decide
nuestro destino) ha quedado desnudo, sin embargo, pareciera que vivimos en un
mundo de ciegos, o por lo menos, en un mundo de seres que no saben mirar.
Los
acontecimientos indican que el SARS-CoV-2 no
nos trata por igual a todos. Una mansión no es una residencia. Una residencia
no es una casa. Una casa no es un cuarto. Para la mayoría de la población esto
que acabo de exponer es una obviedad que raya en idiotez. El problema estriba
en que todos vemos al emperador desnudo, pero muy pocos lo miran.
Miremos a una pareja que habita un caluroso cuarto con sus hijos, el baño
es compartido con los habitantes de otros cuartos. En su día a día, procuran no
estar todos a la vez dentro del cuarto. Gracias a la cuarentena obligatoria, los
adultos no pueden salir a vender tomates en el semáforo y los menores no
asisten a la escuela. Sus reservas se agotan. Aumenta el estrés y la
preocupación. Cosa parecida ocurre con el resto de los vecinos. Rompen la
cuarentena. Igual ocurre en otro punto del espectro social: familias que
solamente se soportan en las fotos que cuelgan en redes sociales, con estilos
de vida sostenidos por tarjetas de créditos sobregiradas. Y aunque
efectivamente viven en cuartos separados, al toparse…estallan. Rompen la cuarentena.
Demasiadas familias hoy se están asfixiando. Y se repite en demasiados
puntos del planeta. Los afectados despotrican contra el gobierno y muchos
despotrican contra ellos. Todos ven el problema, sin embargo, ¿miran el
problema? En este caso, ¿qué sería mirar el problema?
Para comenzar a mirar la crisis hay que entender que ella ya existía
antes de la pandemia. Covid-19 ha dejado bastante claro que vivimos, desde hace
mucho tiempo, en sociedades con sistemas sanitarios y educativos estropeados a
propósito, donde la movilidad social es un espejismo (la clase media sigue
siendo asalariada y dependiente). Un virus, una molécula de ARN, así como la
bola de boliche, derribó varios supuestos en los que se sostenía nuestra vida. Este
coronavirus ha dejado bastante claro que empobrecidos y endeudados comparten el
mismo nicho ecológico: ser quienes paguen los platos rotos.
Pasar de ver a mirar es arduo y lo es por la forma mágica que funciona
nuestra mente. Para mirar la crisis hay que asumir el pensamiento crítico como
sistema operativo mental. Y allí reside la dificultad. Estamos programados para
suponer que la crítica es un malestar innecesario.
No hay crítica constructiva o destructiva, o hay o no hay crítica. Crítica
es analizar, entender y evaluar la forma en que se organizan las ideas; esa
organización determina nuestra interpretación del mundo, es decir, de esa
organización personal de conocimientos depende lo que consideremos que es la
verdad. Pensamiento crítico es, primero, ajustar las propias ideas y luego enfrentar
las ajenas. El pensamiento crítico científico es ajustar las propias ideas a
los hechos, las evidencias y las conclusiones obtenidas de las pruebas
realizadas.
El pensamiento crítico descubre y comprende la relación natural entre causas,
acciones y consecuencias. La magia, por el contrario, asume como causa
cualquier ocurrencia aleatoria, por ejemplo, mi equipo favorito perdió el juego
porque yo no usé mis calcetines de la buena suerte; si mi vecino, que es
partidario del equipo contrario, tampoco usó su suéter de la fortuna, y aun así
su equipo ganó, mi pensamiento mágico entrará en contradicción a la hora de
explicar el por qué no quedó empate el partido. El pensamiento mágico tarde o
temprano concluirá en un absurdo. El pensamiento crítico tarde o temprano
aterrizará en una pregunta. En esta crisis, la magia nos empuja a tragar
remedios dudosos, la crítica a investigar y confirmar la información.
¿Qué dice la evidencia sobre el día después de la crisis provocada por el
Covid-19? Dice que vamos a seguir mal. El
aprieto sanitario agravó el problema económico y sociopolítico. Los porcentajes
del desempleo están disparados. Igual la violencia intrafamiliar. Son
demasiados años maltratándonos y justificando a quien nos maltrata; eso no va a
desaparecer así como así.
Sin embargo, bajo la sombra de este pésimo augurio se oculta una
oportunidad. ¡La oportunidad de ponerle fin al maltrato! Quien mire al
emperador desnudo, quien mire el sistema sociopolítico
y económico responsable de esta crisis, de los efectos inesperados del
Covid-19, mirará la oportunidad de vestirse
con buena educación, con organizaciones sociales honestas; se vestirá con
solidaridad. Para mirar la oportunidad hay que abandonar la magia y desarrollar
el pensamiento crítico. Hay que analizar, entender y evaluar la forma en que
organizamos nuestras ideas, las que nos dicen que es verdad y que no lo es.
¿Podremos? ¿Podremos hacerlo? ¿Seremos capaces de mirarla a ella, a la
oportunidad? ¿O la dejaremos pasar de largo por preferir seguir en la cómoda y
descomprometida ignorancia mágica? ¿Seguiremos creyendo vehementemente que el
emperador está vestido?