domingo, 16 de septiembre de 2018

DE VOCACIÓN REBELDE


“El hombre rebelde es el hombre situado antes o después de lo sagrado, y dedicado a reivindicar un orden humano en el que todas las respuestas sean humanas, es decir, razonablemente formuladas.”
Albert Camus            
A esta altura de mi vida, llamarme ateo, católico o agnóstico no tiene mayor importancia; tampoco definirme democrático, fascista o comunista. Y aunque el título de humanista, en estos tiempos de rampante bestialismo, me es muy querido, no hago mucha cosa para que me identifiquen como tal. No me interesa etiquetarme. Y si alguien siente la obligación de etiquetarme, le debo advertir que está perdiendo el tiempo. ¿Por qué? Porque a esta altura de mi vida me interesa vivir sumergido en mi realidad y mi realidad, que constantemente cambia, no puede ser etiquetada sin mi complicidad. Y ya lo dije, no me interesa etiquetarme.
Me interesa construir mis valores; los míos, no los de la humanidad. Mis valores de hoy, no los de la eternidad, ni siquiera los de toda mi vida. Los de hoy.
Sin ayudas mágicas, ni instrucciones magisteriales, ni tradiciones de cumplimiento obligatorio, un simple mortal como yo aspira a tener una vida significativa. Que los demás la aplaudan, ¡maravilloso! Que la reprochen, ¡maravilloso! ¿Cómo así? Pues que a esta altura de mi vida he aprendido que los aplausos se acaban y también los reproches.
A esta altura de mi vida he comprendido que, precisamente, madurar consiste en aceptar que las etiquetas que los otros insisten en poner sobre mi persona les pertenecen a ellos y no son mías. He entendido que aquellos que opinan sobre mi persona, en realidad, más veces de lo que están dispuestos a admitir, no están opinando sobre mi persona, sino sobre ellos mismos. Asumir este último punto me convirtió en rebelde, en liberto, en amigo.

domingo, 2 de septiembre de 2018

REFLEXIONES SOBRE UNA FOTO


“El absurdo surge de la confrontación entre la búsqueda del ser humano y el silencio irracional del mundo.”
Albert Camus
Hace unos días publiqué en redes sociales una foto donde aparezco con una soga al cuello. Casualmente, es la que ilustra este artículo. Obviamente, su narrativa sobre el suicidio despertó múltiples y diversos comentarios. He querido agruparlos y reflexionar sobre ellos.
El primer grupo que mencionaré es el de los comentarios mágicos, aquellos que parecen creer que el suicidio es un espíritu que se convoca mencionando tres veces su nombre. Pues no, el suicidio no es un ente maligno que camina por las calles buscando almas incautas; no, el suicidio es una decisión que lo único que necesita para concretarse es la convicción del suicida de habitar una celda sin ventanas que le lleven un rayo de luz a su ánimo oscurecido, y donde sólo le queda una puerta que puede abrir: la de quitarse la vida. Puede tardarse unos años para llegar a ese encierro, pero también puede sucederle en un instante. Me parece que callar el tema no evita tal encerrona, por el contrario, tiene el efecto de favorecerla.
El segundo grupo de comentarios fue el realizado por los ofendidos; aquellos a quienes no les cuadraron el desparpajo de la foto. Palabras más o palabras menos me acusaron de faltar a mi deber de servir de ejemplo. Lo primero que vino a mi mente, luego de leer estos comentarios, fue esta pregunta: ¿reaccionarían igual frente a un diabético que constantemente rompe la dieta que lo mantiene con vida? Y con respecto a ser ejemplo, yo David Classen Róbinson Orobio, el único ejemplo que puedo dar es como ser David Classen Róbinson Orobio, y eso incluye ser un libre pensador dispuesto a compartir el fruto de sus reflexiones. Y reflexiono sobre cualquier tema que me llame la atención. ¡Cualquiera!
El tercer grupo de comentarios es el que hizo la buena gente que aprovecha cualquier oportunidad para ser buena gente. Sus palabras de aprecio son tesoros valiosos que guardo muy bien en mi corazón. Se los agradezco.
El cuarto y último grupo fue el de aquellos que se fueron por la ruta del buen humor. Hasta me ofrecieron ayuda para ahorcarme. Tomaron el asunto a chiste, ¿y por qué no hacerlo? La risa exorciza a cualquier demonio, le quema la cola y lo hace huir.
Termino así: me parece que fue positivo que la foto provocara reacciones, cualesquiera que fueran; significa que no somos indiferentes al tema. Una última pregunta, si el suicidio de un individuo nos conmueve, ¿por qué parece que el suicidio de nuestra sociedad no nos perturba?