"Algún día en cualquier parte,
en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo
ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas."
Pablo Neruda
Hay una
definición de neurosis que me funciona muy bien: neurótico es aquel individuo
obsesionado con una serie de pensamientos que le bloquean la objetiva
percepción de la realidad y esto le provoca un terremoto emocional.
Entre los muchos
tipos de pensamiento que se ajustan a esta definición, me gustaría comentar
sobre uno en particular, el relacionado con el supuesto cumplimiento del deber.
Estos pensamientos a veces conducen al individuo a caer en la trampa del
redentorismo: Tengo qué… Estoy obligado a…Debo hacerlo…
Me he topado con
algunos obsesionados con el deber, algunos tienen profesiones donde la
irresponsabilidad simplemente es un pecado mortal; sin embargo, otros solamente
se pueden calificar como casos patológicos. En los primeros el cumplimiento de
su cometido tiene por fruto la consecución de objetivos específicos, pero en
los segundos lo único alcanzado es el malestar.
Una cosa es el
educador que se exige al prepararse para dictar sus clases y otra muy diferente
es aquel que considera su deber defender las deportaciones de colombianos
llevadas adelante por Maduro, el presidente venezolano. El primero logra
influir positivamente en sus alumnos, el segundo sólo logra derramar inútil
bilis.
Y es que los obsesionados del segundo tipo, en el fondo,
están convencidos de su papel conspicuo e indispensable en la consumación de la
causa, su causa, que, por cierto, es la más sublime forma de salvar al mundo y
a la humanidad. Lo triste del asunto es que todo no pasa de ser un permanente
ataque neurótico. Cero logros, miles de malestares.